¿ALBUHER O ARBUEL?

SOBRE EL ORIGEN Y SIGNIFICADO DEL TERMINO «ARBUEL»

Este artículo, publicado en 1992, ha sido revisado hoy 1 de mayo de 2016

El objetivo de este escrito es doble: por una parte, trato de aclarar la procedencia del sustantivo «Arbuel», situándolo en su contexto histórico que es el mismo en el que surge la población de Villamanrique, y por otra parte trato de demos­trar que la ortografía actual del término es el resultado de la evolución de una palabra árabe: ALBUHER.

La palabra Arbuel, que en la actualidad se relaciona exclusivamente con el nombre de la parroquia de Villamanrique, procede, sin lugar a dudas, de la lengua árabe al igual que el de la cercana ermita de Alharilla en Fuentidueña de Tajo, pero mientras este último nombre se ha mantenido durante ochocien­tos años en su forma original, el de Albuher se ha transforma­do en el siglo XIX en ARBUEL, a causa de un proceso de cambio en su pronunciación y en su ortografía que trataré de demostrar al final de este escrito.

PROCESO HISTORICO POR EL QUE SE ADOPTO EL NOMBRE PARA LA IGLESIA PARROQUIAL DE VILLAMANRIQUE DE TAJO.

Son innumerables las palabras que nuestra lengua ha tomado prestadas del árabe por razones obvias, pero, sobre todo, es enorme el número de topónimos que se han conservado de época musul­mana, más o menos trans­formados. Basten como ejemplos citar algunos cercanos a nuestra geografía y muy conocidos: Alcalá, Guadalajara, Almonacid, el mismo Ma­drid, término que, como es sabido, proce­de de la voz árabe Majerit, o Arganda, derivado del árabe Alcanda.

Este fenómeno de pervivencia de nombres de lugares, sean de ciudades o de otros elementos geográficos, es muy frecuen­te a lo largo de todas las épocas históricas. Así, han llegado a nosotros topónimos prerromanos, como Toledo o Tajo, con muy ligeras transformaciones a pesar de los más de dos mil años transcurridos desde el comienzo de la romanización de España.

El caso del término Albuher es, por tanto, uno más dentro de los miles que se podrían citar. El mayor interés y la explicación del asunto radica en el momento histórico en que fue adoptado dicho término para denominar a la parroquia de Villamanrique de Tajo, unido al de «Santa María» y después «Nuestra Señora».

Para explicar este proceso hay que remontarse al siglo XII, época en la que se produce la reconquista y repoblación de la zona por los reyes de Castilla.

Antes de comenzar ese siglo el rey castellano-leonés Alfonso VI había conquistado la ciudad de Toledo en 1085, pasando a ser el punto más avanzado de los reinos cristianos hacia el territorio musulmán.

La ciudad de Toledo era en aquel momento, al mismo tiem­po, la ciudad más importante del centro de la Península y la capital de uno de los reinos-taifa en que había quedado divi­dido el Califato de Córdoba al comienzo el segundo tercio del siglo XI, división que había producido una situación de debilidad de los musulma­nes hispanos frente a sus vecinos cristianos que se encontra­ban en un momento de pleno

crecimiento.

Alfonso VI, conocedor de la ciudad y de sus pormenores por haber vivido refugiado en ella durante la guerra contra su hermano Sancho, una vez resueltos los problemas de su reino, se propuso la conquista de la taifa toledana y acometió a su capital, a sabiendas de que en ella contaba con el apoyo de la numerosa población mozárabe que allí habitaba. Pero no pudo conquistar más que la ciudad y una mínima parte del reino situada entre el Sistema Central y el río Tajo, incluyendo Madrid, porque los musulmanes, ante la acometida cristiana, que comenzaba a conquistar parte de su territorio pero sobre todo les había obligado en los años anteriores a pagar gran­des sumas en concepto de parias, reclaman la ayuda de sus correli­gionarios norteafricanos, los almorávides, quienes acuden a la Península con su máximo dirigente Yusuf ben-Tasufín y derro­tan a Alfonso VI, primero en Zalaca (1086) al norte de Bada­joz, luego en Consuegra (1097) no muy lejos de la propia ciudad de Toledo y, finalmente, en Uclés (1108), plaza esta desde la que los cristianos intentaban conquistar la parte oriental del reino de Toledo, que comprendía, entre otros territorios, la actual provincia de Cuenca.

La derrota de Uclés fue nefasta para el rey de castilla: en ella murió su hijo y heredero de la corona, además perdió toda posibilidad de dominar la parte oriental del reino de Toledo y estuvo a punto de perder la capital ante el acoso almorávide.

Ese proceso de avance y retroceso cristiano afecta de manera inmediata al problema que nos ocupa puesto que, a partir de la batalla de Uclés, quedó fijada una línea fronte­riza entre las zonas de dominio musulmán y cristiano que, siguiendo el curso del río tajo, desde Albalate, cerca de Zorita de los Canes, hasta el castillo de Oreja, incluye la zona de Villamanrique.

Ahora, por primera vez en la ya larga pugna entre cris­tianos y musulmanes hispanos, se hace más patente una auténtica fron­tera, que había sido fortificada años antes durante el califato, y vigilada por ambos lados, lo cual contribu­ye a agudizar el proceso de radicalización política e ideoló­gi­ca, que se produce en ese momento y que ha llevado a afirmar a algunos historiadores que la «reconquista» comienza enton­ces.

La radicalización en la zona musulmana viene impuesta por los almorávides y en la cristianan por la creación de las Ordenes Militares que, a partir de ahora, tendrán un gran protagonismo en la reconquista y repoblación del territorio comprendido entre el valle del Tajo y Sierra Morena, es decir, la Mancha y Extremadura y en Andalucía Oriental, hasta Murcia.

Volviendo a la frontera del valle medio del Tajo hay que señalar:

1º) Que en el tramo mencionado, entre Albalate de Zorita y Oreja, fueron construidos o reedificados, al parecer por los almorávides, una serie de castillos y castillejos o torres de vigilancia, la mayoría de ellos al borde del acantilado de yesos que domina la vega del Tajo. Se trata de los castillos de Oreja; Torrique; Bethme (Biezma o Castellar, en el término de Villarrubia de Santia­go); el llamado «castillejo de Albuher» (nombre recogido en el Fuero de Santa Cruz de la Zarza de 1253, cuyas ruinas pueden verse aún frente a la iglesia de Villamanrique, al otro lado del río); el de Alharilla (cerca de Fuentidueña); el de Algarga, en término de Illana, y el de Zorita de los Canes. Los edificios del Castellar y Alharilla en la actualidad son ermitas, pero aún se pueden apreciar restos de la cimentación de los castillos que allí hubo y en sus alrededores se encuentran fragmentos de cerá­mica que, al igual que los que aparecen en Oreja y en Albuher, parecen ser de época y estilo almorávi­de.

2º) Por los restos de incendios que se aprecian en las ruinas de algunos de esos castillos y los acontecimientos históricos que afectaron a la zona, se puede afirmar que ese tramo de la frontera fue muy disputado entre musulmanes y cristianos, durante casi un siglo, es decir, desde 1085 en que Alfonso VI conquistó Toledo hasta 1177 en que la conquista de Cuenca por Alfonso VIII aseguró el dominio cristiano en la zona. La repoblación del territorio era difícil y peligrosa por lo que, después de varios intentos en repoblar mediante concejos, como es el caso de Oreja, y concesiones a nobles -Albuher fue entregado al Conde Ponce Cabrera en 1153-, finalmente fue encomendada a las Ordenes Militares, fuerza militar e ideológica emergente en la época.

Los acontecimientos históricos en que se ve inmersa la zona durante el siglo XII se pueden resumir en los avances y retrocesos del dominio cristiano y musulmán alternativamente: tras la derrota de Alfonso VI en Uclés, la margen izquierda del tajo quedó bajo dominio musulmán durante unos treinta años -llegando incluso a dominar en la derecha Alcalá y Rivas- hasta la conquista de Oreja por Alfonso VII en 1139, pero para que los cristianos dominaran toda la margen izquier­da habrá que esperar hasta el reinado de Alfonso VIII (1157-1214) en el que, antes de la conquista de Cuenca, hubo de derrotar a los musulmanes en Alharilla y en una segunda bata­lla de Uclés, en las que ya participa la Orden de Santiago creada en 1170 por Pedro Fernández.

Aún estaría la zona en peligro de caer bajo dominio musulmán cuando los almohades derrotaron a Alfonso VIII en Alarcos (1195), pero, finalmente, quedaría consolidado el dominio cristiano al producirse la derrota almohade en las Navas de Tolosa (1212).

Iglesia de Villamanrique en los años 50_t    Esta situación de peligro constante, unida a la necesi­dad de repoblar un área geográfica muy amplia, con una pobla­ción tan escasa como la que tenía Castilla en aquel momento, hizo que surgiera un nuevo sistema repoblador, en el que tuvieron la iniciativa las Ordenes Militares. Consistió en la creación de conventos-fortaleza que aglutinaban la población en sus proximidades y coordinaban la explotación agrícola y ganadera de grandes extensiones de terreno. Cuando la zona fue más segura se crearon concejos y villas dotados de fuero, pero dependientes de las Ordenes Militares, como lo atestigua, entre otros, el fuero de Santa Cruz de la Zarza de 1253.

IMPLANTACION DE LA ORDEN DE SANTIAGO EN EL TERRITORIO.

En la zona que nos ocupa fue la Orden de Santiago la encargada de la repoblación. Tuvieron los caballeros-monjes de Santiago su primer convento central en el castillo de Oreja, pasando en la primera década del siglo XII a Uclés, sede central definitiva en Castilla hasta las desamortizaciones del pasado siglo.

Los dominios señoriales de la Orden fueron muy extensos, pudiéndose señalar un territorio que, desde el valle del Tajo, entre Aranjuez -de dominio real- y Zorita de los Canes, se extendía hacia la Mancha de Cuenca y Ciudad Real, Andalucía oriental y Murcia. Por tanto incluía, además de otros territorios, los actuales términos de Villarejo, Fuentidueña, Estremera, Zarza, Villamanrique de Tajo, Santa Cruza de la Zarza, Villarrubia de Santiago, Noblejas, Ocaña, y Colmenar de Oreja, todos ellos en relación con el valle del Tajo o muy próximos a él. Dentro de este amplio marco territo­rial de la Orden de Santiago, que se prolongaba mucho más al sur en las provincias de Cuenca, Toledo, Ciudad Real, Jaén Granda y Murcia convie­ne a nuestro propósito destacar la existencia de un núcleo denominado hasta el siglo XIX  «Encomienda Mayor de Casti­lla», integrado en esta zona, por los actuales términos munici­pales de Villarejo de Salvanés, sede de su administración, y Fuentidueña de Tajo.

Además de las pruebas documentales existen otras muchas evidencias de la presencia de la Orden en este territorio, como son:

1º) Topónimos con el genitivo «de Santiago» o «de la Orden»: Villarrubia, Horcajo, Quintanar…

2º) Iglesias parroquiales bajo la advocación del Apóstol, como la iglesia mayor de Santa Cruza de la Zarza y otras.

            3º) En muchos de los edificios civiles y religiosos de la zona puede verse aún la cruz emblemática de la Orden, como en Villarrubia, en la antigua iglesia de Villamanrique (derribada en 1963-64), en el convento de Buenamesón, en la ermita de Villaverde, etc.

           4º) La Orden extendió en la zona el culto a sus santos patronos, Santiago y San Marcos, festividades celebradas en varias poblaciones del contorno como Villamanrique, Villarru­bia, Horcajo o Colmenar de Oreja. También estableció la Orden templos bajo la advocación de la Virgen María a cuyo nombre se unía el del lugar de asentamiento. En este sentido es impor­tante observar cómo algunos de los castillos de fortificación de la antigua frontera califal y almorávide, antes citados, se convir­tieron en ermitas donde se encuentran las imágenes de la Virgen que son llevadas en procesión a las poblaciones de las que son patronas, con ocasión de sus fiestas. Este es el caso de la Virgen de Alharilla en Fuentidueña y la Virgen del Castellar en Villarrubia. Un caso parecido, como veremos, es el de la titular de la parroquia de Villamanrique que comenzaría llamándose «Santa María de Albuher».

EL NOMBRE DE ALBUHER EN VILLAMANRIQUE DE TAJO Y SU RELACION CON LA ORDEN DE SANTIAGO.

La pertenencia de Villamanrique a la Orden de Santiago está bien  documentada; pues, aunque han desaparecido durante la guerra civil y guerras anteriores los archivos parroquial y parte del municipal, existen documentos en otro archivos y pruebas suficientes que evidencian la presencia de la Orden en esta villa:

En primer lugar la mencionada presencia de la cruz de Santiago en varios elementos de la antigua iglesia parro­quial. Además es un hecho, demostrado por Salvador Gonzá­lez Tejero en un trabajo de investiga­ción realizado hace casi veinte años, que la actual finca de Buenamesón fue un conven­to de la Orden de Santiago, hecho corroborado por diversos documentos desde el siglo XIV, como una bula pontificia de 1320 (V. artículo Buenamesón el convento-palacio); como las repuestas a las Relaciones Topográficas de Felipe II, o la recopilación de documentos santiaguistas publicada por Bernabé Chaves  en el siglo XVIII, con el título de «Apuntamiento Legal Sobre el Dominio Solar de la Orden de Santiago». Este conjun­to del convento con sus tierras de labor, incorporado al término de Villamanrique en el siglo XIX, fue privatizado durante el proceso desamortizador de ese siglo (leyes de desamortización del Trienio Liberal, de Mendizábal, 1837 y de Madoz, 1855. (V. artículos sobre Buenamesón).

En segundo lugar, el propio nombre de Villa­manrique pone en relación la fundación o reedificación de la villa con la familia Manrique. Esta familia tuvo a fines del siglo XV y principios del XVI un especial protago­nismo dentro de la Orden de Santiago. Don Rodrigo Manrique, padre del gran poeta Jorge Manrique, llegó a ser Comendador de Ocaña y Maestre de la orden, pero según los datos disponibles parece que el fundador de la villa fue Don Gabriel Manrique, primer conde de Osorno, comendador de Viloria, en cuyo territorio estaba incluido el término de Villamanrique, con el nombre de Albuher. En un “libro de visitas” de la Orden de Santiago -libros en los que eran anotadas las observaciones efectuadas durante las visitas de inspección que periódicamen­te hacían miembros de la Orden a las iglesias de su priorato- (AHN, OO.MM., Lib. 1.064c, fol. 84) consta que en 1480 el conde de Osorno ordenó poblar el Ejido de Albuher, reapareciendo así la aldea abandonada dos siglos antes con el nombre de Villamanrique.

En tercer lugar varios documentos: de una parte, las mismas fuentes que acreditan la pertenencia de Buenamesón a la Orden, es decir, las Relaciones Topográficas de Felipe II y  el «Apuntamiento Legal Sobre el Dominio Solar de la Orden de Santiago», de otra el expediente de venta de Villamanrique por el rey Felipe II a Doña Catalina Laso de Castilla en 1573, en el que consta que el rey desgaja la villa de la encomienda de Viloria para efectuar luego la venta (V. artículo Villamanrique: «De señorío santiaguista a condado»).

Además hay otras pequeñas pruebas documentales. Se trata de un par de anotaciones muy breves que los monjes de la Orden de Santiago hicieron en uno de sus libros de visitas del siglo XVI.

La primera de ellas está fechada el 9 de agosto de 1537 y trata sólo de forma indirecta de Villamanrique, pues en realidad es una visita realizada al territorio de la Encomien­da Mayor de Castilla, de la que Villarejo de Salvanés era su principal población. En este documento los visitadores de la Orden describen el estado de conservación o de las obras que se estaban realizando en edificios dependientes de su priorato dentro del territorio de la Encomienda o próximo; al llegar al edificio que nos interesa dicen: “Ermita de Santa María de Albuer (sic.). Pasó a ser iglesia del nuevo poblado de Villamanrique” (AHN, fondo Uclés, legajo 1083-C, folio 613).

Esta breve noticia nos permite deducir al menos dos cosas importantes para el conocimiento de la historia de Villamanri­que: la primera es que este pueblo, antes de tener su actual nombre, se llamó ALBUHER (la escritura correcta es con H como se verá más adelante), y la segunda es que su población y su término municipal formaron parte de una encomienda de la Orden de Santiago, en cuyo territorio existieron otras aldeas despobladas como Albuher, pero a diferencia de ésta no se repoblarían, como Viloria y Villahandín en la encomienda de Viloria y  Santa María, San Pedro y Valdepuerco en la Mayor de Castilla.

La segunda noticia sobre Villamanrique se encuentra directamente relacionada con una visita efectuada por los monjes de Uclés para inspeccionar su iglesia; está fechada el 26 de septiembre de 1538 y dice así: <<Villamanrique. Iglesia de Nuestra Señora de Albuera (sic.). Es de tres naves sobre pilares de yeso, la capilla (mayor) de bóveda y todo lo demás de madera tosca y zarzos de caña>> (AHN., Fondo Uclés, legajo 1084-C, folio 936).

El interés de esta nota reside en que es, por el momento, el documento más antiguo que describe la iglesia de este pueblo y, sobre todo, que confirma el hecho de que, aunque la población cambió el nombre de Albuher por el de Villamanrique, no lo hizo así su parroquia que continuó llamándose de «Nues­tra Señora» o de «Santa María» de Albuer o de Albuera, que es lo mismo.

¿Cómo, cuando, por qué el término y la villa de Albuher pasaron a ser independientes de la encomienda de Viloria y a transformares en señorío laico y luego en condado? Las respuestas a estas preguntas están en el expediente de venta de la villa a Doña Catalina Laso en 1573 y en la documentación de esta familia, que luego se integraría en los Fernández de Córdoba, sobre la creación de un mayorazgo por la citada señora, cuyo nieto Don Francisco Laso de Castilla fue el primer conde por concesión de Felipe IV.

Este tipo de enajenaciones hechas por la corona había sido frecuente en los últimos siglos de la Edad Media. La concesión por parte de los reyes castellanos de señoríos territoriales o jurisdiccionales a miembros de la nobleza, fue un recurso común em­pleado para asegurarse la lealtad de nobles destacados, en momentos de crisis y luchas políticas en los que los monarcas se veían enfrentados a algún sector o sectores de la poderosa nobleza castellana. La última de estas guerras civiles medievales en Castilla, la de sucesión de Enrique IV, la llamada de la Beltraneja,  en la que, precisa­mente, la familia Manrique apoyó sin reservas la causa de Isabel la Católica. No debe por tanto extrañar que esta fami­lia se viera favorecida por la Corona en la concesión de cargos, títulos y señoríos. No obstante el encumbramiento de esta familia es muy anterior, varios de sus antepasados habían ocupado los cargos de Adelantado y de Condestable de Castilla y uno de ellos, el mencionado Rodrigo Manrique, además de ser Maestre de Santiago, tuvo en encomienda la villa de Ocaña como atestigua su hijo Jorge cuando, en los versos compuestos en honor de su padre muerto, dice: <<Después de tanta hazaña / a que no puede bastar / cuenta cierta, / en la su villa de Ocaña / vino la muerte a llamar / a su puerta>>.

¿Por qué se produjo esa venta en un momento tan tardío?: por motivos económicos. Tanto en tiempos de los Reyes Católicos como durante los reinados de Carlos I y Felipe II, la corona estaba necesitada de fuertes sumas de dinero para sufragar sus empresas bélicas en España (guerra de Granada, revuelta de las Comunidades o de las Germanías) o fuera de ella (guerras contra Francia, contra los protestantes alemanes o contra los turcos), en un momento en que aún el oro americano apenas había aparecido. Las infeudaciones de esta época eran auténti­cas ventas de territorios de realengo que pasaban a convertir­se en señoríos privados a cambio de fuertes sumas de dinero que la Corona empleaba en la financiación de las guerras.

El paralelo más cercano a esta venta de Villamanrique se encuentra en Colmenar de Oreja, villa desgajada de la encomienda de Oreja, integrada también por ésta y por Noblejas, que fue vendida por Carlos I a la familia Cárdenas formando un nuevo señorío laico.

SANTA MARÍA DE ALBUHER

En cuanto a la adopción, para la iglesia de Villamanri­que, de la palabra Albuher como complemento locativo del nombre de la Virgen María es un caso semejante al de los pueblos vecinos ya mencionados de Villarrubia de Santiago y Fuentidueña de Tajo, en los que la patrona recibe el nombre del castillo conquista­do a los almorávides y convertido en ermita por la Orden de Santiago, esto es, «del Castellar» y de «Alharilla», y cuyo precedente más inmediato lo encontramos en Madrid con la Virgen de la Almudena.

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Cruz de Santiago en la puerta de la capilla de Buenamesón.

Esto hace pensar que en Villamanrique existió un poblado musulmán con el nombre de Albuher; una aldea formada por cuevas, algunas de las cuales aún se conservan en el subsuelo de muchas casas actuales del pueblo, y por casas del tapial cubiertas de paja y carrizo, como las que menciona en Castillo el documento de venta a Doña Catalina Lasso en 1576; aldea que fue dotada de iglesia  al ser repoblada por los cristianos en 1099, como lo acreditan los documentos de los pleitos mantenidos entre el Obispado de Toledo y la Orden de Santiago durante el siglo XIII, en los que sistemáticamente aparece citada la iglesia de Albuher. Esa aldea sirvió, junto con el llamado castillejo de Albuher y Buena­mesón, para defender y controlar la explotación del territorio y sus recursos hídricos: molinos, pesquerías y regadíos.

No hay constancia documental ni arqueológica de que en ese núcleo de población, además de la iglesia hubiera un castillo, hecho bastante posible, pero sí la hay de la existencia de un caserón de la Orden, convertido después en palacio de los condes y arruinado totalmente en el siglo XVIII por abandono de sus propietarios, cuyas ruinas sirvieron de “cantera” a finales de ese siglo y en parte del XIX.

EVOLUCION DEL TERMINO ALBUHER A ARBUEL.

Como ya he dicho, la palabra Albuher es árabe y en su sentido más amplio significa «la laguna». Sin embargo es una denominación muy general del árabe que se aplica tanto a lagunas naturales como artificiales e incluso a presas o estanques.

Al transcribirla a nuestro alfabeto se debe escribir con H, puesto que en árabe tiene una aspiración. Esas consonantes aspiradas del árabe han dado en el catalán-valenciano y en el portugués una F, así tenemos el magnífico ejemplo de ALBUFERA en Valencia o ALFAMA en Portugal, que equivale a ALHAMA  en castellano. En la provincia de Badajoz se conserva un pueblo llamado ALBUHERA, que tal vez en castellano antiguo se llamó ALBUFERA y con el tiempo la F se ha convertido en H como sucede con FERMOSO, FAME y muchas otras palabras castellanas.

La existencia de ese nombre en nuestra localidad puede obedecer a varios motivos: por una parte la existencia de alguna o algunas lagunas fluviales naturales formadas por los meandros del río en una época en que las crecidas eran fre­cuentes al no estar el caudal regulado por pantanos.

Por otra parte, la construcción de una presa en Buename­són se remonta con bastante probabilidad a la época musulmana. En ella existió una gran rueda hidráulica, una zua, de 51 pies castellanos de diámetro, movida por la fuerza del río, para elevar agua de riego, que fue célebre hasta el siglo pasado, como puede apreciarse en el «Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España» de don Pascual Madoz (Tomo XVI, pág. 179. Madrid, 1850).

Algún comentario que se ha dedicado someramente a la historia de Villamanrique, en libros de divulgación provincial,  ha apuntado la posibilidad de relacionar la palabra Albuher con La Salina, pero no parece posible por dos motivos: el primero es que la explotación de La Salina de la Carcavallana es muy posterior al nombre de Albuher, éste aparece mencionado, como se ha dicho, en 1099, cuando Alfonso VI concede la Rinconada de Perales al obispado de Toledo, mientras que la explotación de la sal en Carcavallana no es anterior al reinado de Carlos III (V. artículo “La Salina de Carcavallana”).

El segundo es que, en contra de lo que alega el autor de ese comentario, la palabra con que se denomina a las salinas en castellano antiguo no es la de “albueras” sino “albaleras” (v. PÉREZ, JOSEPH, 1984, p. 538).

La palabra ALBUHER se ha transformado con el paso del tiempo, hasta convertirse en ARBUEL, por un fenómeno lingüís­ti­co muy común en la margen derecha del Tajo, al sur de la provincia de Madrid.

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Fragmento del catastro de Ensenada con el nombre de la iglesia,

Se trata de una metátesis, en este caso de rotacismo o cambio de la pronuncia­ción de la R por L o de la L por R, cuando alguna de estas dos consonantes cierra sílaba. Este fenómeno aún tiene vigencia en pueblos como Villarejo de Salvanés, Belmonte de Tajo, Colmenar de Oreja y Chinchón, en los que es frecuente entre personas mayores oír decir palabras como: mujeL, baL, aLmario, aRbañil, aLbol, e incluso CoRmenaL por Colmenar, donde nos encontramos con un doble cambio de sonido como en Arbuel por Albuher.

       La falta de archivos parroquiales nos impide, por el momento, saber cuando comenzó a escribirse la palabra Albuher tal como la pronunciaban los habitantes de Villamanrique y su comarca: Arbuel.

Lo cierto es que ya en 1099, en el documento por el que Alfonso VI concedió la Rinconada de Perales al Obispado de Toledo (López Arguleta, Bularium, p. 118), el nombre de la aldea aparece como “Alboher”; en  1153, cuando Alfonso VII concedió el castillo al conde Ponce (AHN; OM,Car.368,N.2r), éste aparece con el nombre de “Albuher”; en el Fuero de Santa Cruz de 1253 y luego en los documentos citados, tanto en lo libros de visitas de la Oren como en las Relaciones Topográficas de Felipe II (1575) y en el Catastro de Ensenada (1751) aparece escrito como Albuher, Albuer o Albuera, en este caso sin la H, pero no es de extrañar si se tiene en cuenta que las normas de ortografía castellana no se fijaron hasta el siglo XIX. Por tanto, a mi juicio, la forma correcta es Albuher y la transformación en Arbuel se produjo en el siglo XIX.

            Villamanrique, 31 de julio de 1992 (Revisado 1 de mayo de 2016)