El crecimiento urbano de Villamanrique de tajo
A los seres humanos en general nos encanta que nos hablen de nuestro pasado como algo “glorioso” o significativo, ya sea en torno a hechos y personas relacionadas con la familia o con nuestro pueblo o ciudad. Sin embargo no es este el caso del pueblo de Villamanrique porque su pasado es muy normal. Ese tono de gloria lo emplearon algunos pretendidos historiadores en siglos pasados al escribir lo que ahora llamamos falsos “cronicones”, cuyo objetivo era inventar un pasado lleno de esplendores. Uno de ellos inventó una historia respecto a Villamanrique describiéndolo con una población que rebasaba los 7.000 habitantes, entre la que se encontraban miembros de la alta nobleza que se solazaban en las “verdes riberas del Tajo” y cazaban en sus montes. Todo ello no es más cierto que la vida de Caperucita roja o Pulgarcito. (Sobre este asunto publiqué en 2009 un artículo con el título El pueblo que nuca existió, que se puede leer en el blog fernandocana.es).
La “gloria” de Villamanrique está en sus gentes; en esos seres humanos anónimos que durante siglos han venido trabajando sus tierras admirablemente contra sequías y otras inclemencias del tiempo, han aprovechado todos sus recursos y la han defendido de las tropas de Napoleón o de las facciones carlistas entre otras.
Pero hoy no toca hablar o comentar esos temas sino de uno que ha dejado más huella en el paisaje: el casco urbano de la villa, en cuyo interior tampoco podemos destacar edificios monumentales, pues Buenamesón, está retirado del pueblo, aislado y difícil de visitar aunque esté declarado Monumento nacional. Tampoco están en el casco de la población los otros bienes que forman parte del patrimonio histórico como Las Salinas, el castillo de Albuher o La Hontanilla.
El casco urbano de Villamanrique es sencillo, modesto. Ha sido durante siglos de tamaño diminuto, y más si lo comparamos con otros pueblos de la comarca como Villarejo, Santa Cruz o Colmenar. No debe extrañarnos su reducido tamaño si tenemos en cuenta las pequeñas dimensiones de su término municipal totalmente agrícola y que su poblamiento fue acometido más recientemente que cualquiera de los otros pueblos que lo rodean pues, aunque en la época musulmana hubo en el mismo lugar una aldea de nombre Albuher, ésta quedó despoblada entre los siglos XIII y XIV y no sería hasta finales del XV y principios del XVI cuando apareció la nueva población de Villamanrique. Su fundación se la debemos a la iniciativa de don Pedro Manrique, conde de Osorno y comendador de Viloria, en cuyo territorio habían sido integrados los de Albuher y Villahandín, el cual dio la orden de poblamiento en 1480, aunque los primeros pobladores llegarían algo más tarde desde Belmonte. La encomienda de Viloria, señorío de la Orden de Santiago, sería desmembrada por orden de Felipe II en 1574 para vender Villamanrique y su término, incluida la “Dehesa del Castillo”, a doña Catalina Lasso de Castilla, su primera “señora” y abuela del primer conde, D. Francisco Lasso de Castilla, pasando así de ser un señorío eclesiástico a otro secular.
La evolución del casco urbano de Villamanrique ha sido lenta y penosa. Las pocas noticias que tenemos acerca de cómo era el pueblo entre 1575 y 1800 nos revelan que había pocos edificios construidos en piedra: solamente la cabecera de la iglesia estaba edificada en piedra de Colmenar, ahora oculta tras el revoco de cemento que le hicieron en 1963. Mientras que el desaparecido “palacio de los condes” el ayuntamiento, el cuerpo más bajo de la iglesia con su torre y, tal vez algunas casas de familias acomodadas, estaban construidos con mampostería a base de yeso, piedra de Los Hornillos, adobes y tapial (tierra apisonada y encalada). En el documento de venta de la villa a doña Catalina Lasso en 1575 se mencionan casas “pajizas”, lo que significa que eran de tapial cubiertas de carrizo o paja de centeno; incluso era así la usada como sede del ayuntamiento constituido en la Dehesa del Castillo, luego incorporado al de Villamanrique.
El 26 de diciembre de 1801, pasó por el pueblo don José Cornide en uno de sus numerosos viajes por España y Portugal, yendo en esta ocasión de Madrid a Cuenca por la llamada “carrera de Murcia”, que era un camino estatal o “real” apto para carruajes que enlazaba Madrid y Murcia como itinerario alternativo al que iba por Ocaña. Dice Cornide: “…fui a comer a Villamanrique, distante cinco leguas de Arganda sobre la margen derecha del Tajo; es pueblo pequeño y casas de tapia, buenos campos pero sin árboles”.
En cuanto a las calles, en 1742 solo se menciona una: la calle Real que coincidía con la trayectoria de la Carrera de Murcia por el pueblo (camino de Madrid por Villarejo y calle Mayor, unidas entre sí por el tramo conocido ya como “las cuatro esquinas”). Dadas las pocas casas que había, no eran necesarios más nombres de calles, en las escrituras de compra-venta se localizaban por los nombre de los propietarios que lindaban a uno y otro lado. Los demás nombres de calles fueron apareciendo en el siglo XIX por la necesidad de hacer un catastro para los impuestos, llamado entonces “Cuaderno de comprobación de riqueza urbana”.
Poco o nada había cambiado el pueblo en más de 200 años, pues incluso estuvo a punto de desaparecer por despoblamiento ya que los 310 habitantes que tenía en 1575 habían bajado a 70 en 1754, menos de la cuarta parte, a causa de las guerras, epidemias y hambrunas del siglo XVII. Su situación era verdaderamente calamitosa como demuestra un documento del archivo municipal (P78, f.30) fechado el 11 de noviembre de ese año en el que puede leerse: “Que por cuanto la esterilidad de frutos que ha habido en este presente año, y en los próximos antecedentes, se hallan los vecinos de esta villa muy pobres, que entre todos serán 20 [unos 70 habitantes], y los labradores sin tener granos para sembrar, y sin ningunos propios de ésta villa, por lo que en estos dos años no se han pagado los impuestos reales y que esta villa se va despoblando, y sus casas arruinando, con especialidad por haberles faltado el uso y aprovechamiento del monte encinar, su esparto de él, y Dehesilla que llaman de la Morcillera, embargados por el Sermo. Sr. Infante Don Felipe, gran duque de Parma, comendador mayor de Castilla…”.
Esa caída de la población tardó mucho en recuperarse dada la situación de penuria vivida durante más de siglo y medio. La apertura de las Salinas de Carcavallana supuso un primer y modesto impulso a principios del XIX, pero la Guerra de la Independencia y la primera guerra Carlista (1833-1840) volverían a frenarlo, de manera que durante los siglos XV al XIX avanzado Villamanrique creció muy poco. Para apreciar el crecimiento del casco urbano del pueblo ha habido que esperar hasta la segunda mitad del siglo XX.
La imagen más antigua del pueblo que ha llegado hasta nosotros es el plano topográfico levantado en 1878 a escala 1:1000 por el Instituto Geográfico y Estadístico (hoy Instituto Geográfico Nacional) para confeccionar el Mapa Topográfico Nacional, cuya primera edición salió en 1881 (Plano 1). De él se pueden destacar varios detalles:
1º Estaba sin construir la parcela situada entre la que ocupaban la iglesia y el cementerio y la calle del Conde (Plano 1); es precisamente el espacio en el que estuvo construido el palacio de los condes, el cual seguramente estaría edificado con mampostería de yeso y piedra de los Hornillos, porque desapareció entre sus propias ruinas después de más de un siglo de abandono. Tenemos constancia escrita de que en el siglo XVII nacieron en ese palacio varios hijos de los primeros condes que llevaban aún el apellido de la primera señora de Villamanrique, Lasso de Castilla: D. Diego y D. Alonso, pero en 1691, la tercera condesa, Dª Juana Lasso de Castilla y Villarroel contrajo matrimonio con D. Antonio Fernández de Córdoba, marqués de Valenzuela, y el matrimonio fijó su residencia en la ciudad de Córdoba. Los bienes y derechos del condado de Villamanrique quedaron atendidos por un administrador que no prestó mucha atención al caserón abandonado, de cuyas ruinas los vecinos del pueblo sacaron materiales para construir sus propias casas, como demuestra un documento del Archivo Municipal de 1821 (P228) en el que consta que el administrador del conde, José Pantaleón González, había dado orden de labrar la parcela y el Ayuntamiento había paralizado la labor argumentando que “… el sitio titulado del Palacio se ha tenido siempre y se tiene por un terreno concejil, sin que conste al juzgado cosa en contrario, y se prueba con que todos los vecinos de estancia que han fabricado casas desde inmemorial tiempo, han cavado en dicho sitio para sacar piedra, sin que por ningún administrador del señor conde se les haya impedido, ni exigido interés alguno…”
2º En la parte inferior izquierda del plano se observa un polígono en zona de bajada al río que aparece rotulado con la palabra “Chozas”. Es muy probable que fuesen cuevas con el acceso protegido por un chozo de tapial o adobes cubierto de paja y carrizo; ese modelo fue muy habitual en Villamanrique hasta el siglo XX (aún se conserva una en la calle Madrid), pero tampoco sería extraño que hubiera cabañas sin cueva como las que comentaba Cornide en 1801. Ese polígono de chozas luego se llamaría cuevas del Sur, sin embargo no aparecen las cuevas del norte, que constan en escritos de pocos años después.
3º la calle de la “Amargura” salía de la iglesia hacia el norte hasta la del olmo (Lomo en el plano por error), porque por ella se hacía el viacrucis en Semana Santa; esa calle ahora está partida en dos: de la Reforma y del Conde. Otro error del plano es que la calle Mayor aparece como Del Río y ésta -que ahora es Claudio Adradadas- aparece sin nombre.
El tamaño del pueblo y su distribución en calles había cambiado poco cuando, 16 años después, fue elaborado el «Cuaderno de comprobación de riqueza urbana» de 1894 conservado en el Archivo Municipal. En él figuran todas las casas del pueblo calle a calle y las de Buenamesón y Las Salinas. De los 148 inmuebles censados en el pueblo uno era un pajar; otro un solar y además había tres corralizas. Los inmuebles destinados a viviendas eran 35 cuevas y 108 casas, situadas en las siguientes vías: plaza Púbilca y plaza del Cura; calles en sentido este-oeste: Olmo, Clavel, San Marcos,Toledo, Vistalegre y Comuneros de Castilla; en sentido norte-sur: Madrid, Concepción, Reforma (antes Amargura), Mayor, de la Iglesia, del Río (ahora Claudio Adradas) y del Conde; lo demás eran dos grupos de viviendas irregulares: Cuevas del Norte y Cuevas del Sur. A esos grupos de cuevas se sumaron en la postguerra las del barranco.
Los cambios importantes en el casco urbano de Villamanrique llegaron a partir de 1965, porque, como podemos apreciar en la fotografía aérea de 1945, el pueblo había crecido poco respecto al plano de 1878 a pesar de haber transcurrido 67 años, mientras que entre 1965 y la actualidad el pueblo ha pasado de ocupar unos 100.000 m2 a los aproximadamente 350.000 de ahora, es decir, la superficie de ocupación se ha multiplicado por 3,5, eso sin tener en cuenta los espacios internos ahora edificados y antes en vacío o en precario, puesto que hasta 1965 muchas casas tenían amplios corrales y había varias corralizas mayores destinadas a ganados o a eras de trillar. (En la foto 2 se ve en línea roja el perímetro de 1945 sobre el actual).
Todo esto significa que el pueblo no solo ha cambiado de tamaño sino sobre todo de aspecto. Ahora hay algún bloque de viviendas con dos o más pisos, mientras que antes, si había un primer piso en algunas casas, estaba destinado a cámaras para guardar el grano de la cosecha. Además, han desaparecido las eras de trillar que rodeaban el pueblo y ha cambiado totalmente la relación entre el casco urbano y la naturaleza, pues la abundancia de vegetación que hay ahora contrasta fuertemente con la escasez que había antes, ya comentada por José Cornide en 1801. En 1945 la vegetación estaba en la ribera del río y, salvo los árboles de las carreteras de acceso, no había dentro del casco urbano más que los llamados árboles de Cuesta (en la plaza del mercado) y las pocas higueras y parras que había en algunas casas.
Si observamos las fotografías aéreas de 1945 y 2018 nos percataremos de esos cambios: en 1945 el casco urbano de Villamanrique presentaba un pueblo anclado en el pasado, ya que era completamente agrícola y, salvo pocas excepciones, de secano como en siglos pasados desde que se repobló. Los edificios más destacables como el ayuntamiento o la iglesia no habían variado apenas desde hacía más de un siglo.
Todo el pueblo estaba rodeado por eras para trillar, espacios que ahora ocupan edificios de viviendas.
Había cuevas habitadas por familias con pocos recursos: unas 8 o 10 en el barranco, detrás de donde ahora está el colegio; otras tantas en la calle Madrid, a ambos lados hasta cerca de la ermita; otro grupo estaba situado en la bajada al río paralelas a la calle Vistalegre, otras dos en la parte baja de la plaza del Cura y alguna más en la calle Toledo al comienzo de la cuesta.
El entramado urbano en 1945 estaba formado por apenas una docena de calles y cuatro plazas o plazuelas (Números 2 a 4 en las fotos 1 y 2). Estas calles eran las mismas registradas cincuenta años antes en el Cuaderno de comprobación de riqueza urbana de 1894. Los dos ejes principales eran la carretera Colmenar-Fuentidueña en sentido este-oeste (calles San Marcos y Toledo) y el norte-sur formado por la carretera de Villarejo (calle Madrid) y seguía, después de hacer el quiebro de “las Cuatro Esquinas”, por la calle Mayor que conducía a la cuesta de bajada al río en la calle Vistalegre. Desde allí se podía seguir por la derecha para cruzar el río por el vado situado al final de la isla donde ahora está el polideportivo, o por la izquierda para bajar por detrás de la iglesia camino de la barca de Castillo. Este eje en siglos pasados fue el más importante porque por él pasaba la mencionada “Carrera de Murcia”, de ahí que entonces las calles Mayor y Madrid se llamaran calle Real, como atestigua el comentado documento del Archivo Municipal de 1742.
Durante esos 51 años transcurridos entre 1894 y 1945 no se aprecia modificación alguna en la red urbana del pueblo, quizás se construyera alguna casa nueva en las calles existentes; se renovarían algunas de las habitadas, y aparecieron las cuevas de El Barranco, pero todo muy insignificante y lento. Incluso en otra foto aérea once años posterior (1956) tampoco se observan grandes novedades en cuanto al tamaño; sin embargo hay algunas que fueron importantes respecto a equipamiento de cara al futuro:
- Abastecimiento de agua corriente instalado en 1952-53; hasta entonces se consumía agua del río subida al pueblo en carros-cuba o en cántaros a mano o a lomos de caballerías; el primer depósito estaba frente a la ermita. El alcantarillado no se haría hasta 1960-62.
- Grupo escolar nuevo con dos aulas, que actualmente se encuentra ocupado por la Casa de los Niños-2. Hasta entonces la escuela de chicos estaba en la casa propiedad del maestro Don Claudio Adradas, en la calle de su nombre y la de chicas en un aula situada en la planta baja del antiguo ayuntamiento
- Clínica y casa para los médicos (ahora “Casa de los niños-1”). Hasta la apertura de esa clínica los médicos tenían que ir de casa en casa atendiendo a los enfermos y ejerciendo también de practicantes porque no lo había; solo en los partos contaban con la ayuda voluntaria e inestimable de Marciana Martínez Teruel, cuyo recuerdo muy merecido se conmemora en un pequeño monumento colocado en la plaza de su nombre.
- El canal de Estremera que permitió poner en regadío una extensión importante de la vega del Tajo, culminando así los deseos no satisfechos de los pueblos de la ribera por cuyo término pasaba: una pequeña parte de Driebes, Estremera, Fuentidueña, Villarejo y algo de Villarrubia. El canal estaba proyectado desde 1864, pero el Estado se desentendió de la obra privatizándola a una empresa respaldada por el “Banco de Madrid”. En 1873, doña Faustina Sáez de Melgar denunciaba en la prensa de Madrid el abandono del proyecto por parte de la empresa adjudicataria y pedía que se hiciera una segunda subasta de las obras. En 1875 fue de nuevo adjudicada a otra empresa, la cual empezó las obras sin el capital suficiente y pidió participación a los ayuntamientos de los pueblos afectados en forma de acciones que obtendrían beneficio cuando la obra empezase a funcionar. Los ayuntamientos hicieron esa inversión mediante la entrega de “bonos del estado” que habían recibido por la desamortización de sus bienes de propios 30 años antes, pero la empresa quebró y se quedaron sin dinero y sin canal. Hubo otro intento por parte del Ministerio de Fomento durante la II República que fue cortado por la Guerra Civil y finalmente la obra se llevó a cabo entre 1950 y 1954.
Es importante comentar esta obra porque supuso un impulso al aumento de población, ya que la mano de obra necesaria para la agricultura, al pasar buena parte del término de secano a regadío (en una época con escasa mecanización) suponía un aumento de 1 a 5, lo que se tradujo en un ampliación de la superficie del casco urbano, no conocido desde la apertura de Las Salinas a finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Pero el gran estirón de la superficie ocupada vino a partir de 1965; entre ese año y 1973 fueron construidas algunas casas en terrenos cercanos al río, como la primera fila de la calle de la Madera y la mayoría de las “colonias” de chalets adquiridos por familias residentes en Madrid que buscaban en el pueblo un desahogo a la vida cada vez más estresante de la gran ciudad en que se había convertido la capital. Estamos ya en plena era del 600 y de otros utilitarios que facilitaban los viajes de esas familias de la ciudad en busca de la paz y el aire limpio del pueblo los fines de semana, puentes y vacaciones cortas e incluso vacaciones de verano. Fueron apareciendo las primeras piscinas y en pocos años muchas más, porque ya no era fiable el baño en el río a causa de la contaminación del agua por vertidos de aguas fecales sin depurar –incluidas las de Villamanrique- y aguas industriales como las de la fábrica de güisqui situada en Estremera.
Ese crecimiento por afluencia de “turismo” se observa muy bien comparando las fotos aéreas de 1956 y 1973; en ésta aparecen numeradas en rojo las nuevas colonias: 1- de la ermita; 2- Maite; 3- de Plaza; 4- Mirador del Tajo; 5- calles Lucero-Olmo; 6- Eras de Viña, y 7- Miralrío.
Durante los 25 últimos años el pueblo ha crecido menos en extensión pero no en viviendas, porque además de alguna nueva colonia, como las de Era de San Marcos, Viña de Cuesta, zona entre las calles Luna y Sol y el resto de la tierra de la Madera, llamada así porque era el terreno donde se sacaban del río para vender parte de las maderadas que bajaban desde el Alto Tajo hasta Aranjuez, conducidas por gancheros. Allí acudían los compradores del pueblo o de Villarejo y Belmonte para suministrar materia prima a carpinteros, carreteros y albañiles; este comercio se hacía al menos desde el siglo XVI.
Además en el casco de Villamanrique se ha producido una renovación de algunas zonas en las que antiguos caserones se han convertido en casas adosadas de dos plantas y pisos de hasta tres, como se aprecia en las calles del Clavel, del Olmo y Madrid.
También hay que destacar en los últimos 25 años la renovación de viviendas por todo el casco urbano cuyo aspecto actual dista mucho del que tenían antes del crecimiento producido desde 1965. Donde había casas de mampostería con piedra de Los Hornillos y blanqueadas con cal ahora se encuentran muros de ladrillo enfoscados con cemento y blanqueados con pintura plástica, en cuyo interior hay modernas cocinas y cuartos de baño, calefacción, suelos de gres, etc. Las diferencias externas se aprecian muy bien entre las dos fotografías tomadas desde la torre de la iglesia, una hacia 1964 y la otra en 2018.
Fernando Cana, 29 de junio de 2018.