“En la Villa de Villamanrique de Tajo, a 16 días del mes de diciembre, año de 1751. Ante el señor don Juan Antonio Royo, juez subdelegado para el establecimiento de la única contribución en esta dicha villa en cumplimiento de lo mandado … siendo como a hora de las tres de la tarde de este día, que es el asignado para este efecto, parecieron en las casas de la habitación de su merced, y en donde tiene su audiencia, los señores licenciado don Manuel Alonso Melero, presbítero, cura ecónomo de la iglesia parroquial de Santa María Albuer de esta villa, por fallecimiento de don Felipe de Mendoza, cura que fue en propiedad; Alfonso Sánchez, único alcalde ordinario de ella; Custodio Fernández y Manuel Barón, regidores de esta dicha Villa, quienes componen pleno ayuntamiento con asistencia de José Vecino, procurador síndico general de este consejo, y Diego Sánchez Alcón, escribano fiel de hechos, y Diego Fernández, y Alfonso Barón, peritos nombrados por dicho ayuntamiento como personas prácticas en la hacienda del campo, para efecto de hacer la dicha declaración, y responder al expresado interrogatorio”.
Así comienza el documento de respuestas elaborado en Villamanrique para esa misión imposible que fue el establecimiento de una única contribución. La empresa fue iniciada en el reinado de Fernando VI y hoy la conocemos como el “Catastro de Ensenada”, debido a que fue el Marqués de la Ensenada, ministro ilustrado del mencionado rey, quien intentó elaborar un registro de propiedades y riqueza de la nación para establecer un sistema fiscal moderno, a fin de acabar con el laberinto de contribuciones que, heredado de la Edad Media, se había perpetuado en los siglos siguientes pese a los importantes cambios operados en otros aspectos en el conjunto de las tierras de España. Habría que esperar un siglo para que la revolución liberal, heredera en muchos aspectos de la Ilustración, consiguiera establecer un régimen más claro de impuestos.
El documento de respuestas de Villamanrique, junto con las de cientos de ciudades y villas, entre ellas Buenamesón y Castillo de Tajo, se encuentra en el Archivo General de Simancas. De ellas podemos entresacar, a modo de resumen muy comprimido, una serie de aspectos que nos permitan tener un esbozo, más que un retrato, de cómo era Villamanrique ese año de 1751 y, puesto que el objetivo del Catastro era racionalizar los impuestos, apreciar lo motivos por los que fue concebido.
SITUACIÓN POLÍTICO ADMINISTRATIVA:
En ese año, el término municipal de Villamanrique no era el actual porque Buenamesón y Castillo formaban “villas” distintas. Buenamesón pertenecía al convento de Uclés de la Orden de Santiago, y Castillo era un condado desgajado del condado de Villamanrique en el siglo XVII. Además, la dehesa llamada “La Veguilla” (de los Bodegones), destinada a “pasto y labor”, y propiedad de la Encomienda Mayor de Castilla, pertenecía al término de Villarejo. Estos tres territorios serían incorporados al término municipal de Villamanrique con la remodelación territorial efectuada por los liberales en el siglo XIX, y tras la desamortización de Buenamesón y La Veguilla.
Desde el punto de vista administrativo, Villamanrique no era villa de realengo, es decir, en muchos aspectos no dependía directamente del rey, sino que era villa señorial, porque en el siglo XVI había sido separada de la Encomienda de Viloria y vendida, hacia 1573, a Doña Catalina Lasso de Castilla, su primera señora y abuela del primer conde, Don Francisco Laso de Castilla. Pertenecía a la provincia de Toledo y al partido de Ocaña, donde pagaba sus impuestos.
Los condes de Villamanrique no eran propietarios del territorio, como ocurría con otros condados, por ejemplo el de Castillo de Tajo, sino que eran señores jurisdiccionales, lo cual les daba la facultad para poder nombrar “las justicias”, es decir, todos los cargos del Ayuntamiento (Alcalde, dos regidores y procurador síndico general, incluido el “escribano fiel de hechos” o secretario); facultad para cobrar parte de los impuestos que pagaba el pueblo, como los 2200 reales de vellón que pagaba anualmente de alcabalas (impuesto sobre ventas, luego reducido a 1700 rs.), y el derecho a disfrutar de la mitad de los pastos de la Dehesa Morcillera, derecho que un siglo más tarde, con la desamortización liberal, se convirtió en propiedad de la mitad de la dehesa, en perjuicio del pueblo.
En 1751 el conde de Villamanrique era Don Martín Fernández de Córdoba y Cea, vecino de la ciudad de Córdoba, pero había perdido temporalmente sus derechos a favor de Don Francisco Franquis Lasso de Castilla, conde del Castillo de Tajo, vecino de la ciudad de Valladolid, “por derecho de prenda pretoria, en virtud de pleito que siguió con dicho propietario, de que ganó real ejecutoria en su favor”, según declaran los vecinos de Villamanrique que contestaron al cuestionario del Catastro.
El conde era pues quien administraba justicia en el pueblo, pero lo hacía a través del alcalde nombrado por él. En segunda instancia, los vecinos de Villamanrique tenían que acudir, para resolver sus pleitos, a la Real Chancillería de Valladolid. La villa, a diferencia de otras, no tenía privilegio alguno concedido por la corona, y dicen los entrevistados: “…ni saben si le ha tenido, respecto de que al tiempo que las tropas enemigas de esta corona estuvieron en esta Villa, saquearon los papeles de su archivo”, en clara referencia a la Guerra de Sucesión librada entre los aspirantes al trono de España, Felipe de Borbón y el Archiduque Carlos de Austria, y que tuvo amargas repercusiones en esta zona en 1706, cuando las tropas del Archiduque Carlos se acantonaron en Colmenar, y cuando después pasaron por aquí camino de la Alcarria, donde serían derrotadas en 1710 en las batallas de Brihuega y Villaviciosa de Tajuña.
SITUACIÓN ECONÓMICA.
Los vecinos de Villamanrique pagaban en conjunto anualmente 2712 reales de vellón, después de haber conseguido del rey una rebaja de 1200, al alegar que el encabezamiento o cupo de impuestos, asignados a la villa en el pasado, era excesivo debido a la disminución de la población. De esa cantidad, 1500 reales los recibía el conde en concepto de alcabalas, impuesto que había comprado a la corona la mismo tiempo que el señorío jurisdiccional, y además recibía 218 reales en concepto de regalía, es decir por el derecho a nombrar los cargos del Ayuntamiento, pago que no figura en las respuestas del catastro pero consta en la cuentas del Ayuntamiento de esos años.
A la Hacienda Real, en su tesorería de Ocaña, pagaban 1212 reales por distintos conceptos contributivos, a los que habría que añadir otros 315 reales pagados en Madrid en concepto de “Cuarteles y utensilios”. Todo ello sin contar los pagos extraordinarios, que con carácter excepcional, habían de hacer para suministro de tropas, en caso de movimiento de éstas por la zona, o construcción y reconstrucción de carreteras y puentes en un radio de 25 leguas (carretera Tarancón-Cuenca, un puente en Guadalajara, otro en Talamanca de Jarama, etc.).
Para hacer frente a esos pagos, otras villas contaban con “bienes de propios”, que cubrían en su totalidad o en gran parte el montante de los impuestos, sin embargo Villamanrique carecía casi de esos bienes. Sus principales fuentes de ingresos comunales habían sido la barca, el monte y la dehesa Morcillera, pero por estas fechas estaba el común de vecinos privado de esos bienes, al haberse quedado con ellos la Encomienda Mayor de Castilla. Por entonces administraba las rentas de la EncomiendaDon Felipe de Borbón, duque de Parma y hermano del rey, como Comendador Mayor de Castilla, por ese motivo los entrevistados dicen que los bienes de la Encomienda “pertenecen al Serenísimo Sr. Infante”
La barca fue embargada por no haber pagado el pueblo algunos años unos derechos que tenía la Encomienda desde el siglo XII (“el hilo del agua”), y la Morcillera y el monte fueron embargados por deudas con la misma institución, encomendada la mencionado Serenísimo Infante don Felipe. En consecuencia, para pagar los impuestos declaran que arrendaban la venta en exclusiva al por menor de los productos de las tiendas de abacería y mercería, la carnicería y la taberna, y con su producto pagaban los impuestos, pero si faltaba, que era lo normal pese a no ser unas cantidades desorbitadas, el déficit se “repartía” entre los vecinos según su riqueza; estaban libres de pago los vecinos teóricamente más ricos, los nobles y los clérigos, y los pobres de solemnidad; por tanto en Villamanrique sólo se libraban los dos hidalgos, que según el Censo de Floridablanca había en 1786; el cura, y dos pobres declarados de solemnidad.
No termina aquí el capítulo de impuestos porque además pagaban los “Diezmos y primicias”, que tampoco era una cantidad despreciable: “…de las tierras de este término se paga diezmo y primicia de trigo y cebada entendiéndose que cada cosechero, en llegando su cosecha, de diez fanegas paga una, y más media fanega colmada de primicia, y no llegando a dichas diez fanegas no paga más que solamente el diezmo que correspondiese a su cosecha, y aunque exceda en poca o mucha porción de las nominadas diez fanegas, no paga más que solamente dicha media fanega colmada de primicia, y que de todos los expresados diezmos corresponden, las dos terceras partes, al dicho don Francisco Franquis, señor prendario de este estado, y la otra a la dignidad arzobispal de Toledo… y que asimismo perciben en la misma conformidad el nominado don Francisco Franquis, y la dignidad arzobispal los diezmos de los demás frutos, de centeno, avena, almortas, cominos, lentejas, queso, lana, corderos, cabritos, pollos y demás efectos que se confiesan y crían en este término (a excepción de un día que le corresponde al cura de ésta villa del queso que se hace en casa de los ganaderos, según costumbre)…. prudencialmente consideran subirán todos ellos en un quinquenio a sesenta fanegas de trigo; cien fanegas de cebada; ocho fanegas de centeno; tres fanegas de avena; media fanega de almortas; dos celemines de cominos; otros dos celemines de lentejas; seis corderos y corderas; tres arrobas de queso; dos arrobas de lana, y diez y seis libras de añinos” [Lana de ganado de un año].
A juzgar por estas y otras repuestas hechas al Catastro de Ensenada, la vida económica en Villamanrique no era nada desahogada; tenían serios problemas para pagar los impuestos y sobrevivir. Se puede afirmar que vivían de una agricultura de secano, prácticamente de subsistencia; la única huerta eran 4 fanegas de regadío que había en Buenamesón, pero en aquel tiempo no formaba parte de Villamanrique: “… las especies de tierra que hay en este término, son todas de secano, sin que haya en él nada de regadío y que ninguna produce más que una cosecha al año y todas se siembran con uno de descanso; y que no hay viñas ni olivares y sí algunos pastos en matorrales y cerros, y un Soto de la Villa que sirve para pastos comunes; una dehesa que llaman de la Morcillera, que pertenece al término, y pastos de ella al dicho don Francisco Franquis, señor prendarío de este señorío; cuyas yerbas arrienda en cada un año desde San Miguel de septiembre, hasta fin de marzo, y que la propiedad de las leñas, y esparto, pertenece al presente a dicho Serenísimo Sr. Infante, y que sobre la propiedad de la mitad de los pastos de dicha dehesa, tienen pleito pendiente; y que también hay un monte encinar, que posee dicho Sr. Infante en pago de diferentes cantidades de maravedíes, que resultó a deber a S. A. esta villa, procedidas del tiempo que tuvo a su cargo la barca, que está sobre el río Tajo; y que las leñas de dicho monte y dehesa, aunque siempre han estado prohibidas a los vecinos por destinarse para fábrica de carbón, al presente, con el mayor rigor se guardan por parte de Su Alteza”. Muchas son las denuncias que fueron presentadas en el Ayuntamiento de Villamanrique, hasta bien entrado el siglo XIX, por los guardas del monte contra vecinos que se arriesgaron a cortar leña de modo furtivo. No obstante tenían otro recurso para calentarse y cocinar: “A la sexta pregunta dijeron: que en las tierras de este término no hay plantío alguno más que algunos álamos blancos y tarayes de cuya leña sólo se aprovechan los vecinos para la lumbre, por carecer de otro género de leña”.
La tierra de labor disponible y su uso se encuentra en otra respuesta:“A la décima pregunta dijeron: que en este término regular habrá 7339 fanegas de tierra de todas calidades en esta forma: para trigo de buena calidad y cebada, 70 fanegas de tierra de primera calidad; para trigo, cebada, centeno, avena, almortas, cominos y lentejas, 420 fanegas de segunda calidad; para trigo, tranquillón, y centeno 810 fanegas de tercera calidad. En tierras eriales por imposibilidad de sus dueños, 40 fanegas. En las mismas, por desidia, 30 fanegas; y ocho fanegas eriales por naturaleza. En las eras de pan trillar, dos fanegas. En el Soto que pertenece a la villa 12 fanegas. En el monte encinar del Sr. Infante, 2173 fanegas; en la dehesa de la Morcillera, 759 fanegas; en cerros, matorrales, y atochares, 2600 fanegas; en lo que ocupa la riada del Tajo, regulan 196 fanegas; en los caminos que hay en ésta jurisdicción, 190 fanegas; y en lo que ocupa la situación de esta villa, 39 fanegas [Unos 130.000 m2, frente a los 385.000 de ahora], que todas componen las nominadas 7339 fanegas de tierra.”. A esa cantidad de tierra habría que sumar las 700 fanegas que declaran tener la dehesa de Castillo pues, aunque no pertenecía al término de Villamanrique, era trabajada en arrendamiento por algunos de sus vecinos mediante el pago de “un diezmo y mitad” (15%) de sus cosechas. No obstante sólo eran 80 fanegas las cultivadas por vecinos de Villamanrique; las otras 620 eran arrendadas para pastos a ganaderos de la zona, sobretodo de Santa Cruz de la Zarza.
Pero la tierra era poco productiva; ni siquiera la de primera calidad se acercaba a los índices de producción de ahora. Los rendimientos más altos se obtenían con los cominos (1:18), almortas (1:16) y lentejas (1:16), pero estas especies, según dicen en la respuesta 11ª: “es raro el año que se siembran, y cuando se ejecuta es muy corta la cosecha”, porque se sembraba poca extensión. En cuanto a los cereales, el centeno y la avena eran los más productivos; en tierras de segunda calidad lo hacían en una proporción de 1:9; mientras que el rendimiento del trigo en las tierras de primera era de 1:6, y el de la cebada en las mismas tierras daba 1:4,66.
Los precios que podían alcanzar esos productos no eran elevados, si se considera desde el punto de vista de los agricultores, pero para la mayoría de la población que vivía con unos dos reales diarios sí lo eran. La fanega de trigo de buena calidad a 19 reales;la de cebada a 7; la de centeno, que era el pan de los pobres, a 10; la de almortas a 18, con cuya harina se hacían las gachas, comida casi diaria de muchas familias; la de lentejas a 4, y la arroba de queso a 22 reales.
Por otro lado, se podían obtener beneficios de los pastos y el monte (leña, esparto y caza), pero eran menos rentables y en su mayor parte estaban monopolizados por la Encomienda y por el conde: “… el Soto que llaman del Concejo… ocupa 12 fanegas, y sus pastos son comunes a los vecinos, y si se arrendaran darían por sus hierbas 100 reales [al año]… El monte encinar del Serenísimo Sr. Infante, que su leña sirve para carbón, hierba para pasto de ganado lanar, o mular, y esparto, rinde por estos géneros … de producto anual a todo el dicho monte 1866 reales y 16 maravedíes… La dehesa que llaman de la Morcillera, que sirve sus leñas para fabricar carbón, … produce en dicho …tiempo [17 años], 11.220 rs, de vn. En esta forma: en los 2820 rs. de vn. que percibe y pertenecen al dicho Serenísimo Sr. Infante, por el arrendamiento del esparto de dicha dehesa, y la leña que puede producir la corta en los expresados 17 años, y los 8400 reales restantes del arrendamiento de las hierbas que percibe el expresado don Francisco Franquis, en 12 años de los dichos 17, respecto de no poder pastar en los cinco primeros de su corta por ser tallar; de cuya cantidad corresponde a cada un año de los dichos 17 a 670 rs. de vn., y por consiguiente a cada fanega a 29 maravedíes y dos tercios de otro”.
Otro recurso era la ganadería que, en municipio tan reducido, era muy corta, según dicen en la respuesta 20ª:
“…en esta villa hay 14 mulas y machos de labor; cinco yeguas y una cría; un par de bueyes; 24 jumentos y jumentas; nueve carneros, 260 ovejas; 21 borregos; 12 cabras; un macho cabrio; dos reses de cerdo hembras y 12 crías de esta especie; y que la utilidad que regulan a sus dueños en cada un año son las siguientes: Por cada yegua de cría cincuenta reales…Por cada carnero siete reales… Por cada borrego ocho reales…Por cada oveja, por el aumento de crías, queso y lana doce reales…Por cada cabra, por la cría, leche y queso, diez reales… Por cada macho de cabrio ocho reales… Por cada res de cerda de cría sesenta reales de Vn.”
EL PUEBLO Y SUS HABITANTES.
Según declaran los entrevistados, Villamanrique tenía entonces 48 vecinos, esto supone unos 150 habitantes, sin incluir los 5 vecinos (tres molineros, un barquero y un cura párroco) que habitaban Buenamesón con sus familias. Había además “…dos casas de campo en este término la una llamada la de Brazo de Hierro, y la otra nominada la de Pérez, que ambas distan de esta población como media legua, no habita nadie en ellas, pues pertenecen a distintos vecinos de Colmenar, que las tienen destinadas para ocuparlas en los tiempos que vienen a labrar sus tierras, y recoger los frutos de ellas”.
El pueblo se componía de los siguientes edificios: “…46 casas, las 37 habitables, y en donde viven los nominados vecinos; las nueve inhabitables, y 14 totalmente arruinadas … también hay una iglesia parroquial con la advocación de Santa María de Albuer; tres ermitas, la una de Jesús Nazareno, que está dentro de la población, y las dos extramuros de ella, la una de Nuestra Señora de la Concepción, y la otra de San Marcos”. El número de casas inhabitables o en ruina, 23 sobre 37 habitadas, viene a ser un 38,33% de las casas existentes. Este dato corrobora otros de documentos del archivo municipal que aseguran una pérdida de habitantes producida durante el siglo XVII. Las Relaciones Histórico Topográficas de Felipe II reconocen a Villamanrique “como cien vecinos” (unos 300 habitantes) en 1575, esto significa que en esos 176 años había perdido la mitad de su población, dato que no debe extrañar, pues fue un problema generalizado en toda la España interior.
También había en el pueblo: “una taberna y una tienda de aceite, vinagre, pescado, manteca, frutas secas, y demás géneros, cuyos puestos no tienen oficinas señalada, respecto que todos los años se mudan a la casa de quien se remata [se adjudica en subasta] su renta … Una carnicería propia de esta villa a quien no produce utilidad alguna. Un mesón, que pertenece a don Joaquín del Arco y Sanfelices, vecino de la villa de Madrid, a quien le produce de arrendamiento, y paga en cada un año por él Francisco González su inquilino, 400 reales de Vn.… y que no hay en este pueblo panadería alguna, a causa de que el pan que en él se consume lo traen a vender los vecinos de Santa Cruz de la Zarza, y que sólo algunas temporadas suele cocer para vender Diego Fernández, y que hay un puesto de aguardiente y otro de tabaco a cargo de María Colmenar”. No había molino, pero tenían cerca los dos de Buenamesón, que pertenecían al convento de Uclés, y el de Villaverde, propio del concejo de Santa Cruz de la Zarza. También había un pósito, como en todos los pueblos, que tenía la función de almacenar trigo y cebada para asegurar el abastecimiento, en caso de escasez, y poder prestar semilla a los labradores que lo solicitaran, quienes tenían que devolver el préstamo “con creces” de un celemín por fanega prestada, el 8,3%.
En cuanto a los oficios distintos de la agricultura, que era en lo que se ocupaba la mayoría, dicen:
Que en esta villa hay un tendero de mercería, que tiene la taberna, tienda de aceite y vinagre y demás géneros, con la alcabala del viento, que lo es Miguel Cortés, a quien tiene puesto la Villa para su administración; y le paga cada un día de situado tres reales y medio; que le corresponden al año un mil doscientos setenta y siete reales y medio… Un mesonero que lo es Francisco González, a quien regulan por esta industria un mil y doscientos… Un escribano de hechos, que lo es Diego Sánchez Alcón, le da de situado la villa por esta ocupación trescientos Rs… Mas al dicho Diego Sánchez, por su ejercicio de sangrador y barbero, se dan de situado en cada un año ochocientos Rs., los que se reparten entre los vecinos de esta villa, en arreglamento a las familias… Un obligado de carnes, que lo es Julio Sánchez, vecino de Pozuelo, a quien consideran de utilidad por esta industria, un mil ochocientos Rs… Un sacristán, que lo es Juan Muñoz, que tiene de situado en cada un año, en trigo y dinero cuatrocientos veinte y cuatro Rs… Una estanquera de tabaco y aguardiente, que lo es María de Colmenar, a quien por estas industrias consideran los servicios le producen al año quinientos Rs. Vn., los trescientos de ellos por el tabaco, y los doscientos restantes por el aguardiente… Un oficial de la carne, que lo es Bartolomé Pacheco, a quien consideran por esta utilidad en cada un año novecientos y siete Rs… Asimismo, un barquero, que lo es Francisco Sánchez de Franco, a quien regulan por esta industria en cada un año tres mil y trescientos Rs…Y un panadero, que lo es Diego Fernández, a quien regulan por cocer algunas temporadas en el año doscientos Rs de Vn. de utilidad… las ocupaciones de artes mecánicos, que hay en esta villa, solamente son: veinte y seis esparteros, de los cuales los doce de ellos son juntamente labradores, y los catorce restantes tienen el dicho oficio de esparteros, a los cuales trabajando meramente en él regular cada día de utilidad dos Rs. Vn... que también hay tres criados de labor a los que consideran de salario al año doscientos y ochenta Rs.; y que también hay un mayoral para la guarda del ganado, que gana al año trescientos Rs., un ayudador, que gana al año doscientos y veinte Rs. Y un zagal, que gana al año, ciento y sesenta Rs.”. Además declaran que había dos pobres de solemnidad.
También es interesante la respuesta a la pregunta 17: “Si hay algunas Minas, Salinas, Molinos Harineros, o de papel, Batanes, u otros Artefactos en el Termino, distinguiendo de qué Metales, y de qué uso, explicando sus Dueños, y lo que se regula produce cada uno de utilidad al año”.A lo que responden: “A la décima séptima pregunta dijeron: que en este término no comprende cosa alguna de su contenido. La misma respuesta dan en los documentos de Castillo y Buenamesón, lo que significa que aún no estaban en explotación las Salinas de Cárcavallana, que según todos los indicios comenzarían a ser explotadas unos 20 años después, durante el reinado de Carlos III, y darían al pueblo, junto a la desamortización un impulso de modernización.
Por último hay que destacar de las declaraciones los datos que nos remiten a la celebración de fiestas. Desde 1480, en que fue repoblado Villamanrique cambiando por este nombre el antiguo de Albuer, o al menos desde 1575 en que se hicieron la Relaciones Topográficas de Felipe II, el Ayuntamiento costeaba las “trece fiestas votivas que tiene esta villa”, por las que “se pagan anualmente al cura y sacristán de esta parroquia ciento noventa y cinco reales”. Esos votos de villa fueron establecidos en el siglo XVI con ocasión de una epidemia, según declararon los que contestaron al interrogatorio de las Relaciones de Felipe II ya mencionadas. Consistían en pagar 13 misas al año en días de santos señalados a los que se rogaba por la salud del pueblo, y toda la cera que ardía en la iglesia parroquial uno de ellos, el día de la Candelaria. En esos trece días estaban incluidas las tres fiestas patronales de la villa, en las que se daba a la población un agasajo consistente en pan, vino, queso, pasas, almendras y garbanzos tostados. Este convite era denominado “caridad”, porque en realidad iba destinado a lo pobres: “De tres caridades en los días de San Sebastián [20 de enero], San Marcos [25 de abril] y Santa Fe [7 de octubre], que se reparten entre los vecinos, se gastaron trescientos reales”.
Villamanrique, 26 de julio de 2007.
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