Don Pascual Madoz Ibáñez es uno de los políticos más destacados del siglo XIX. Nació en Pamplona en el año1806 y murió en Génova en 1870, por lo que su biografía abarca los períodos más interesantes de la vida política y cultural de ese siglo en el que se produjeron tantos cambios en España.
Estudió Derecho en la Universidad de Zaragoza, y desde joven se sintió atraído políticamente por la ideología liberal, a causa de lo cual se vio obligado a exiliarse en Francia en los últimos años del reinado de Fernando VII, entre 1830 y 1833.
Durante su estancia en Francia se dedicó al estudio de la Geografía y de la Estadística, estudios que le capacitarían para el desempeño de cargos relevantes en la vida política y, sobre todo, para realizar una monumental Geografía de España en la que incluye datos de todas las poblaciones de nuestro país por orden alfabético, incluidas las colonias.
A la muerte de Fernando VII, pudo volver a España acogiéndose a la amnistía decretada por la reina María Cristina de Borbón; fijó su residencia en Barcelona, donde terminó sus estudios de Derecho en 1834, y desde entonces su vida política fue muy activa dentro del partido liberal progresista. Fue diputado en varias legislaturas desde 1836; en 1843 lideró una coalición progresista de oposición a Espartero. Tras el pronunciamiento liberal de 1854, conocido como la Vicalvarada, fue nombrado gobernador de Barcelona. Volvió después a su escaño de diputado y fue elegido presidente de las Cortes; el 21 de enero de 1855 fue nombrado ministro de Hacienda, cargo desde el que presentó y consiguió que fuera aprobado sul proyecto de ley de Desamortización.
Ésta es su mayor aportación a la política, y con ella culmina un proceso de desamortizaciones que venía durando más de medio siglo, pues ya hubo intentos con Carlos IV y su ministro Godoy, con José I y con las Cortes de Cádiz, que no pasaron prácticamente de la teoría. Durante el Trienio Liberal (1820-1823) hubo algunas ventas de bienes de las órdenes militares (por ejemplo Buenamesón, según nos informa el mismo Madoz); pero los momentos clave del proceso fueron durante los ministerios de Mendizábal y del propio Madoz. Éste reinició la subasta pública de terrenos y edificios de la Iglesia, que ya estaban teóricamente asignados al Estado desde el decreto de Mendizábal de 1836, pero su venta había sido paralizada durante la Década moderada (1844-1854); además la Ley de Madoz desamortizó los bienes de propios y comunales de los municipios, proceso por el que se vio afectado Villamanrique, que perdió definitivamente su monte y la mitad de la Dehesa Morcillera; pero ahora no nos detenemos en esa faceta de la vida de Madoz, sino en la de geógrafo (sobre el problema del Monte y la Dehesa Morcillera se puede consultar mi artículo publicado en este blog: «El monte de Villamanrique: historia de una injusticia»).
La actividad de Madoz como geógrafo se tradujo en dos obras relevantes: desde su regreso a España en 1833 fue el director, en Barcelona, del Diccionario geográfico universal que se publicó entre 1829 y 1834.
Terminada esa obra, en la que colaboró poco más de un año, concibió ya un plan para crear un Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, que sería conocido popularmente por Diccionario de Madoz, cuyo último tomo, el XVI, fue publicado en 1850, y es en él donde se encuentra el breve artículo sobre Villamanrique, en la página 179, cuyo texto dice así:
“Villamanrique de Tajo: villa con ayuntamiento de la provincia y audiencia territorial de Madrid (10 leguas), partido judicial de Chinchón (3) Capitanía General De Castilla la Nueva, diócesis de Toledo (10): situado en una hermosa llanura que forma en este punto el río Tajo, a 60 varas de su margen derecha y sobre una pequeña altura que en el centro de la vega se eleva; reinan todos los vientos y su clima es sano. Tiene 100 casas de mediana construcción, bien ordenadas, en las calles de buenas y hermosas dimensiones, si bien sin empedrar; una plaza circular con el nombre de la constitución casa de ayuntamiento en buen estado, cárcel, escuela de primeras letras común a ambos sexos, dotada con 2200 reales y una iglesia parroquial (Santa María de Arbuel) con curato de provisión ordinaria; en las afueras se encuentra una ermita (San Marcos) casi destruida y el cementerio bien situado. Confina el término: noreste y oeste Villarejo de Salvanés, y sur Santa Cruz de la Zarza. Comprende a la parte oeste una casa de campo denominada antiguamente de Brazo de Hierro, y en la actualidad de Barra; al Sur una posesión llamada Dehesa del Castillo de Tajo, que contendrá como 600 fanegas de tierra labrantía; confinando con esta se encuentra la hermosa salina de CARCOBALLANA (v.), y tocando con ella en toda la extensión de la vega hasta llegar a la corriente del río; da principio la hermosa posesión titulada de Buenamesón, alargándose la ribera un cuarto de legua; en este punto se halla situada una gran casa de recreo, con su correspondiente capilla, y acompañada de otras casas destinadas a labor, guarda y barquero; unido a las mismas hay un molino harinero de seis piedras, en cuyo caz se halla la gran máquina hidráulica llamada zúa, extraordinaria por su gran dimensión, de 51 pies castellanos de diámetro, la que riega gran porción de terreno. Este hermoso sitio, por la extensión que ocupa y lo abundante de su arbolado de sombra y frutas, constituye el recreo de estas inmediaciones: toda la posesión pertenecía a la casa de los conventuales de Santiago de Uclés; y en el día la disfrutan los sucesores herederos de don Juan Manuel Gaviña, quien la compró a la nación en el año de 1822. El río Tajo pasa a unas 60 varas del pueblo; de cuyas aguas se utiliza en los vecinos para sus usos y el de los ganados. El terreno es de mediana calidad. Caminos locales y en regular estado; El correo se recibe en Fuentidueña de Tajo por baligero [valijero]. Producción: trigo, cebada, centeno, algo de vino y aceite, esparto con abundancia, legumbres y frutas; mantiene ganado mular y vacuno; cría caza de liebres y pesca de barbos y anguilas. Industria: la elaboración del esparto, ejercicio a que se dedican con especialidad las mujeres, y arriería. Población 85 vecinos, 411 almas. Capital producido: 1.544,621 reales. Imponible: 90,796. Contribución: 9,65 por 100″.
Paso ahora a comentar algunos aspectos de este texto, para una comprensión más exacta del mismo.
En primer lugar, quiero señalar algunos errores; no son extraños en obras de este tipo en tiempos pasados, en los que la comunicación entre los informantes y el grupo de personas que elaboraban el diccionario no era tan fácil y fluida como ahora; por ejemplo, recordemos el cometido en el Diccionario geográfico y estadístico de España y Portugal de Sebastián Miñano, publicado entre 1826 y 1829, en 11 volúmenes, el diccionario geográfico español más importante hasta la llegada del de Pascual Madoz. En el artículo de esta sección al que titulé “El pueblo que nunca existió” recogí entre otros este error del diccionario de Miñano, según el cual en Villamanrique de Tajo había sido localizada una veta de mineral de cobre, algo totalmente imposible dada la geología de su territorio, porque sin duda había confundido algún dato de Villamanrique de Ciudad Real con el nuestro.
En el caso del diccionario de Madoz no hay errores tan graves, pero hay que señalarlos igualmente para que no se sigan manteniendo, y confundiendo a quienes se interesen por la historia de Villamanrique. Se trata de palabras mal escritas, porque serían tomadas de oído por el informante o por error de imprenta que nadie subsanó:
1º. Dice que la casa de campo anteriormente llamada de Brazo de Hierro se llama en ese tiempo de “Barra”, cuando debía decir de “Vara”; ese nombre está relacionado sin duda con el apellido de la familia propietaria de la misma.
2º. El nombre correcto de las Salinas es el de Cárcavallana, y no Carcoballana como recoge el diccionario.
3º. El nombre de la parroquia no es Santa María de Arbuel, sino de Albuher. Este error no es achacable al diccionario puesto que estaba ya establecido en el pueblo desde años antes, pero es un error comprobable en muchos documentos antiguos en los que aparece la grafía correcta de Albuher, Albuer o Alboer; el cambio por Arbuel se produjo en pleno siglo XIX y ya he explicado en varias ocasiones los motivos, lo que no hace que deje de ser un error (V. artículo ¿Albuher o Arbuel?, en este blog).
Los datos estadísticos que recoge son interesantes y fiables, porque son los que figuraban en el catastro y padrones disponibles en Hacienda. Lo primero que sorprende de ellos es el elevado número de casas que dice haber, pues registra 100 casas para 85 vecinos; claro que muchas de esas “casas” en realidad eran cuevas distribuidas en dos barrios: “cuevas del norte” y “cuevas del sur”. Las del norte estaban situadas a lo largo de la calles Madrid y de la Concepción, entre la ermita y la calle del Olmo; las del sur formaban un barrio desde la calle Vistalegre hacia el río. De esas cuevas se dice que eran muy buenas para combatir los rigores del clima de la zona; templadas en invierno y frescas en verano, pero no se dicen los problemas de salud derivados de la humedad y de la escasa ventilación; problemas que puso de relieve la epidemia de cólera de 1856.
Al describir la forma de sus calles, dice que la plaza era circular, adjetivo que no se corresponde con su forma actual y que debe de ser un error o interpretación a la ligera, porque ni la plaza tiene esa forma, ni ha sido remodelada desde entonces, que sepamos.
La escuela de primeras letras, comenta el diccionario, “era común a ambos sexos, dotada con 2200 reales”; esta noticia nos confirma otra vez algo que ya sabemos por artículos anteriores de esta página: la situación de penuria en que se mantuvo la escuela de Villamanrique, y de muchos otros pueblos pequeños, hasta la Ley Moyano.
En cuanto a la ermita que menciona el texto, la llamada de San Marcos, existió en el lugar que luego se llamaría la “era empedrada”; es decir, en el lugar donde ahora se encuentra la calle “Eras de San Marcos”. En aquella época la ermita ya estaba en un estado de ruina del que nunca se recuperó. Sin embargo no menciona la ermita de la Concepción que ya existía.
Del cementerio parece indicar que estaba a las afueras y dice que estaba bien situado. Con estos datos podríamos pensar que se refiere a la localización actual, sin embargo sabemos que en esa fecha estaba previsto por el Ayuntamiento llevarlo allí, obligado por varias disposiciones legales que querían alejar los cementerios de los cascos urbanos, pero lo cierto es que siguió en uso el que estaba situado junto a la iglesia, donde ahora se levanta el salón parroquial, hasta al menos 20 años después.
Del párrafo dedicado a Buenamesón nos vamos a centrar sólo en una afirmación que se presta a confusión; en otra ocasión retomaremos este tema para un artículo más extenso. Esa afirmación es la que asegura que Don Juan Manuel Gaviña compró la finca a la Nación en el año de 1822; eso querría decir que Buenamesón fue desamortizado en el Trienio Liberal. Es cierto que el gobierno, por decreto de 1 de octubre de 1820, había suprimido monasterios de varias órdenes religiosas, así como los conventos y colegios de las órdenes militares, entre ellos los de la orden de Santiago a la que pertenecía Buenamesón. También tenemos en el archivo municipal un documento de 27 de abril de 1821 cuyo texto dice: “… Buenamesón, que antes perteneció a la casa extinguida de Santiago de Uclés y ahora al Crédito Público…” , por consiguiente pudo producirse la venta de la finca al mencionado Gaviña en 1822 tal como afirma el Diccionario de Madoz; sin embargo, en otro documento municipal de 1824, Don Antonio Pando, arrendador de la finca y después propietario, asegura en el escrito que “es propiedad de los SS conventuales de Uclés” , y en 1830 consta en otro documento que aún había en el sitio un «caballero conventual«. Por otra parte ni el tal Gaviña ni herederos suyos con ese apellido aparecen mencionados en ningún documento del archivo municipal de Villamanrique, lo que hace pensar que puede tratarse de otro error del Diccionario, o que la adjudicación en subasta de 1822 no se llegara a consumar por los cambios políticos acaecidos al año siguiente, con la reimplantación del absolutismo por Fernando VII y la derogación de las leyes desamortizadoras.
Por último, quiero comentar algunos de los datos estadísticos finales que incluye el Diccionario.
Los caminos que recorrían el término dice que eran locales y se encontraban en “regular estado”; es decir, no pasaba por el término ninguna carretera nacional ni comarcal, y al arreglo de los caminos locales se destinaban pocos recursos, porque, a excepción de la Senda Salinera, tenían poco tránsito. Sin embargo hasta bien entrado el siglo XVIII atravesaba Villamanrique la llamada “carrera de Murcia” que enlazaba Villarejo con La Zarza de Tajo y atravesaba el pueblo por las calles Madrid y Mayor en busca del vado situado a la parte baja del actual polideportivo o de la barca situada aguas arriba, frente al caserío de Castillo.
El servicio de correos llegaba desde Fuentidueña, porque era el pueblo más cercano situado en una carretera nacional, la de Valencia, en el que había casa de postas, lugar donde se detenían las diligencias que hacían el servicio, para cambiar caballos y dejar el correo de los pueblos de la zona. Desde Fuentidueña, un valijero, nombrado por el Ayuntamiento de Villamanrique trasladaba la valija del correo al pueblo; pero hasta 1857 ese servicio no fue diario.
Finalmente es interesante el dato de la población: 85 vecinos y 411 almas; eso supone 4,84 personas por familia; lo que a su vez significa casi 3 hijos de media por familia. Este dato nos permite ver que la población vivía una época de bonanza económica dentro de la difícil situación de la época, pues 10 años antes en plena guerra carlista el número de personas por familia era de 3,55, es decir, 1,31 miembros menos.
Torremolinos, 29 de marzo de 2010