Villamanrique de Tajo: de señorío santiaguista a condado

 Para escribir la Historia de Villamanrique anterior a 1714 hay que acudir a documentos que no se encuentran en su archivo municipal, ya que éste fue destruido durante la Guerra de Sucesión (1701-1714) por las tropas del Archiduque Carlos de Austria, aspirante a la corona de España frente a Felipe V, nuestro primer rey Borbón.

El invierno pasado he logrado encontrar, leer, transcribir y resumir un importantísimo documento para la historia de este pueblo, depositado en el Archivo General de Simancas, donde se encuentra toda la documentación de la corona de Castilla generada por la administración real desde 1540. El documento en cuestión, que consta de 832 páginas, recoge pormenores de la venta que el rey Felipe II hizo de la jurisdicción y rentas de la villa de Villamanrique, y de la propiedad íntegra de la Dehesa de Castillo, en 1574 y 1575 respectivamente, a Doña Catalina Lasso de Castilla, primera señora «espiritual y temporal» de la villa, cuyo nieto, Francisco Lasso de Castilla y Rivera, sería años después el primer conde de Villamanrique.

Aunque este hecho lo conocemos por las Relaciones Topográficas de Felipe II, y el documento de Simancas ha sido mencionado en varios libros, nadie lo había publicado hasta ahora total o parcialmente, por consiguiente es en estas páginas donde aparece por primera vez un comentario, tan extenso como permite una publicación como esta, cuyo objetivo es darlo a conocer en primer lugar a los vecinos de Villamanrique a fin de que tengan memoria de él y conozcan algo más de la Historia de su pueblo.

 ANTECEDENTES:

Para comprender por qué y cómo se produjo la venta de la jurisdicción y rentas pertenecientes al Estado a una particular (privatización diríamos ahora) hay que tener en cuenta una serie de procesos y circunstancias históricas que se inician al menos cuatro siglos antes.

Las personas interesadas en la Historia de Villamanrique que hayan leído los artículos publicados en la revista de fiestas y en el boletín municipal saben ya que antes de ser fundado este pueblo existió en el mismo territorio otro llamado Albuher, cuyo nombre se ha conservado en el Castillo y en la patrona de su parroquia, transformado en siglo XIX en Virgen de Arbuel, ya que en los documentos antiguos, hasta el siglo XVIII, aparece como Santa María de Albuher.

De la existencia de Albuher tenemos noticias documentadas desde 1099, en que fue concedido como patrimonio al obispado de Toledo por Alfonso VI de Castilla; pero el contraataque de los almorávides en la zona pocos años después hizo que volviera a caer bajo dominio musulmán toda la cuenca media del Tajo a excepción de Toledo. Los avances cristianos reiniciados por Alfonso VII volvieron a poner en manos de los castellanos el castillo de Albuher, aunque en situación de precario pues pasó por las manos de varios nobles que podían a duras penas mantener la posición frente al Islam. Más adelante, dada la dificultad de defender la comarca frente al ataque almohade, Alfonso VIII concedió todo este territorio a la Orden de Santiago, que consiguió mantenerlo y comenzó a repoblarlo.

Después de la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, una vez superada la situación de frontera muy peligrosa, la comarca se vio envuelta en un enfrentamiento a causa de los pueblos que le habían sido concedidos al Obispado de Toledo por Alfonso VI y a la Orden de Santiago por Alfonso VIII, y se iniciaron una serie de pleitos en los que intervino tanto la corona castellana como el Papado. Finalmente en 1243 la Orden y el Obispado llegaron a un acuerdo sobre las rentas de varias de esas iglesias, entre ellas la de Albuher. Pero a partir de esa fecha no hay noticias sobre Albuher y su iglesia, lo cual hace pensar que quedó despoblada, ya que entonces Castilla se encontraba en unas circunstancias poco favorables a la repoblación, en las que las epidemias, las guerras y los escasos rendimientos de unas tierras que se labraban casi exclusivamente de secano hicieron desaparecer la mayoría de las antiguas aldeas cercanas: Valdepuerco, Salvanés, Villar del Saúco, Biezma, La Cueva, Villahandín, Montrueque, Alharilla, etc.

Una de las aldeas que sobrevivió al despoblamiento, pero finalmente desaparecería, fue Viloria, convertida por la Orden de Santiago en sede de una encomienda, cuyo territorio estaba integrado por el término municipal de la propia Viloria, Villahandín y Albuher. Los dos primeros quedarían definitivamente integrados en el término de Villarrubia de Santiago y Albuher pasaría a convertirse en Villamanrique. Un documento de 1480 prueba que esa repoblación, o si se quiere fundación de Villamanrique, fue promovida por el comendador de Viloria don Gabriel  Manrique, primer conde de Osorno, de quien le viene el nombre al nuevo pueblo: «El ejido de Albuher puéblase agora, que lo mando el conde poblar y ay diés vesinos en él; ay lugar de poblazgo para cinquenta vesinos, será grand provecho de la encomienda…«escribieron unos visitadores de la Orden de Santiago a la encomienda de Viloria en el libro de visitas de 1480.

También sabemos que la aldea de Albuher se encontraba en el mismo sitio en que actualmente está Villamanrique y su iglesia, no sólo por ese documento, sino por otro contenido en el libro de visitas a la Encomienda Mayor de Castilla de 1537 en el que declara que la «Ermita de Santa María de Albuher. Pasó a ser iglesia del nuevo poblado de Villamanrique”.

A la luz de estos documentos podemos afirmar que en el siglo XVI el ejido de Albuher, luego llamado Villamanrique, había sido poblado con 10 vecinos, pero los visitadores de la Orden de Santiago veían la posibilidad de aumentar hasta 50 vecinos, y de hecho, en el año de 1574 en que fue vendido el pueblo a doña Catalina Lasso de Castilla, contaba con 115 (unos 350 habitantes). El pueblo estaba integrado en la encomienda de Viloria, y no en la Encomienda Mayor de Castilla, como habíamos supuesto hasta leer esta documentación. Por consiguiente era señorío jurisdiccional de la Orden de Santiago, lo que significa que era esta institución la que tenía derecho a nombrar alcaldes, alguaciles, y demás cargos municipales, a cobrar los impuestos civiles y eclesiásticos, excepto las alcabalas, que eran patrimonio real, y a administrar la parroquia cobrando también por ello los diezmos y primicias que los habitantes del pueblo tenían obligación de pagar a la Iglesia.

 POR QUÉ LA VENTA:

En esta situación Felipe II decide vender el pueblo a doña Catalina Laso de Castilla. La causa de esta venta está en los enormes gastos que había ocasionado la política imperial de Carlos I y seguía ocasionando su hijo Felipe II en hacer la guerra a los «enemigos de la fe católica«, protestantes y turcos, y a otras naciones, como Francia que, aun siendo católicas, rivalizaban con España por la hegemonía en Europa. El documento de venta nos lo cuenta como justificación de la operación: «…por estar como están las rentas de mi patrimonio real y otras cosas de donde me solía socorrer empeñadas y gastadas a causa de los grandes gastos que se han hecho en las veces que el dicho emperador y rey don Carlos mi señor, que Santa gloria haya, pasó en persona a Italia y Alemania a resistir … la entrada del turco, enemigo común de la cristiandad, que venía… por la parte de Hungría… y así mismo lo que se gastó en la conquista que hizo del reino de Túnez y en echar de él a Barba Roja… y en lo que se gastó en ir al señorío y condado de Flandes y pasada de Alemania, con deseo de remediar el daño… a causa de los errores y herejías que allí se habían levantado… y en resistir al rey de Francia, cuando el año 1542 movió guerra contra el dicho emperador… Para todo lo cual fue necesario juntar grande ejército y hacer grandes armadas por mar y por tierra«.

Felipe II recibió de su padre una hacienda maltrecha, con demasiados gastos para los ingresos con que contaba, pero durante su reinado la situación fue agravada por otros episodios bélicos, como la batalla de Lepanto (1571) tres años antes de la venta de Villamanrique. Esas guerras ocasionaron tres bancarrotas y Felipe II sacó dinero de donde pudo; uno de sus recursos fue la enajenación de bienes de las órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara, de las que era administrador perpetuo.

Esas ventas las había iniciado Carlos I el cual, entre otras, desmembró la encomienda de Oreja y vendió las villas de Colmenar y Noblejas, integradas en ella, y anexionó el resto al Real Sitio de Aranjuez. Para ello, puesto que era una propiedad de la Orden de Santiago, y por ende de la Iglesia, hubo de contar con autorización del Vaticano, aunque había sido declarado administrador perpetuo de las tres órdenes por el papa Adriano VI en 1523. Cuatro fueron los pontífices que autorizaron esas ventas, con la condición de que se compensara a los comendadores y a las mesas maestrales de dichas órdenes con rentas anuales procedentes de impuestos que cobraba la corona, como fue en este caso la renta de la seda del Reino de Granada. Según declara en el documento el contador Francisco de Villalpando: «Por los libros de mercedes de su majestad que yo tengo parece que en virtud de las bulas y breves que los sumos pontífices Clemente VII (1529) y Paulo III (1536) y Pío IV (1559 ) e Pío V (1568) concedieron al emperador y reina doña Juana míos señores, que Santa gloria hayan, y al rey don Felipe, mi señor, para poder desmembrar y apartar perpetuamente las villas y lugares, jurisdicciones y vasallos y otros bienes de las tres órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara… cuyos frutos, rentas y productos llegasen hasta la suma de 80.000 ducados

 LA COMPRADORA.

Doña Catalina Lasso de Castilla era un personaje muy conocido dentro de la corte de Felipe II; era viuda de don Francisco Lasso de Castilla, del que había tomado el apellido, y ambos habían vivido en Austria al servicio del emperador Fernando I y de su hijo Maximiliano II, del que Don Francisco fue caballerizo mayor, cargo de gran relevancia en las cortes de la época, y luego mayordomo mayor de la princesa Doña Ana de Habsburgo, hija de Maximiliano, a cuyo servicio entró también Doña Catalina como «dueña de honor». Ambos regresaron a España cuando Felipe II contrajo su cuarto matrimonio en 1570, con la mencionada princesa Doña Ana, su sobrina en segundo grado.

Escudo Laso de Castilla

Escudo de armas de los Laso de Castilla

El matrimonio Lasso de Castilla llegó a España con dinero fresco, pues habían vendido propiedades que tenían en Austria y cobrado deudas por servicios. Él murió poco después, y fue Doña Catalina la que quiso invertirlo en lo que entonces se invertían las grandes fortunas: tierras y señoríos. Encontró ambas cosas juntas pues compró por una parte el señorío de la villa de Villamanrique, que le daba derecho a cobrar todas las rentas civiles y eclesiásticas y a la mitad de los beneficios de las tierras comunales (el monte, la Dehesa Morcillera y los sotos), y por otra parte la Dehesa de Castillo íntegramente, esto es, señorío y propiedad de la tierra. Con la compra se convirtió en la primera señora de Villamanrique.

Sobre estas propiedades doña Catalina fundó un mayorazgo, cuyos primeros herederos, sus hijos Don Diego y Don Juan fueron señores de Villamanrique. A la muerte de Don Juan heredó el mayorazgo su hijo don Francisco Lasso de Castilla, quien consiguió del rey Felipe IV el título de conde de Villamanrique. Los herederos de Don Francisco consiguieron, con autorización de Carlos II, dividir el mayorazgo y formar dos condados: el de Villamanrique y el de Castillo de Tajo. Ambos estuvieron vigentes hasta el siglo XIX.

 CONDICIONES DE LA VENTA

Cuando Doña Catalina Lasso decide comprar Villamanrique y después Castillo, legalmente ambas entidades eran propiedad de la Orden de Santiago. La encomienda de Viloria tenía bajo su dominio estos dos territorios: Castillo en su integridad, de Villamanrique solo las rentas de impuestos civiles y eclesiásticos, pues la propiedad de la tierra estaba en poder de sus vecinos con los que compartía la Orden la mitad de los bienes comunales (monte, sotos y dehesa Morcillera). Había dentro del término un terreno que pertenecía a la Orden, la llamada Veguilla de los Bodegones, administrada por la Encomienda Mayor de Castilla desde Villarejo de Salvanés, de la que Doña Catalina adquirió la jurisdicción pero no la propiedad, como se pondría de manifiesto en un pleito iniciado por la señora contra el común de Villarejo en 1587. También adquirió otro terreno propiedad de la encomienda de Viloria: la dehesa de «El Palancar».

La escritura de Felipe II puntualiza sobre la venta: «…Y prometo y me obligó a mí y a los Reyes que después de mi fueren en estos reinos, y por la dicha orden y mesa maestral de Santiago, encomienda y comendadores de ella, y administradores, y maestres…, que os será cierta y sana, segura y de paz, libre y quita y desembargada para ahora y para siempre jamás la dicha villa de Villamanrique y dehesa de Castillo y sus términos y jurisdicción civil y criminal, alta y baja, mero mixto imperio, con los dichos diezmos y rentas, derechos y preeminencias, prerrogativas, patronazgo, escribanos… con todo lo demás que os vendo y lo a ello anexo y perteneciente… según y como dicho es y en esta escritura se contiene… para que lo gocéis vos, la dicha doña Catalina Lasso de Castilla, y los dichos vuestros herederos y sucesores…«

La compra de Doña Catalina fue directamente al rey, pero poco antes el rey no era su propietario, sino que tuvo que desmembrar lo vendido de la encomienda de Viloria, usando legalmente para ello el poder que le daban las citadas bulas papales. Por ello fue necesaria una doble ceremonia de toma de posesión del poder, tanto en el ayuntamiento de Villamanrique como en Castillo: en la primera un representante del rey tomó posesión en su nombre de la villa, y en la segunda, meses después, ese mismo representante cedió la posesión a un apoderado de Doña Catalina, convirtiéndola en la primera señora de Villamanrique.

Castillo

La «Dehesa de Castillo» vista desde el castillo de Albuher.

Para toda esa operación, Felipe II había nombrado una comisión presidida por Don Diego López de Angulo, hombre de su confianza puesto que era su aposentador mayor, el cual se presentó en Villamanrique acompañado de un escribano y otros integrantes de la comisión, dando principio a la toma de posesión el 2 de enero de 1574, mediante la reunión de todos los miembros del ayuntamiento y los vecinos cabeza de familia. Comenzó con la lectura de la orden del rey en la que constaba el poder que para ello tenía de los papas. A continuación todos los presentes juraron acatar la orden, la besaron y la pusieron sobre su cabeza en señal de sometimiento. Acto seguido, Don Diego procedió a destituir a todos los miembros del ayuntamiento retirándoles las varas de justicia que tenían, y a nombrar nuevos cargos entregándoles las varas, excepto el de alcalde mayor que lo asumió él mismo. Recibió las llaves del ayuntamiento, se paseó por él y se sentó en el sillón del alcalde mayor; por último, estableció cárcel en lugar seguro, en la casa del alguacil, dotándola de cepo, cadenas y grilletes, y horca y picota en la plaza pública. Otra ceremonia similar a esta fue realizada cuando en septiembre de ese año de 1574, Don Diego López de Angulo traspasó la posesión de Villamanrique a Don Cristóbal de Peñalver representante de Doña Catalina Lasso. Lo mismo se hizo en el caso de Castillo en agosto de 1575, con la diferencia de que, al no haber casa de ayuntamiento, tuvieron que improvisar una en una «casa pajiza«, o sea, una cabaña de aperos y ganado de los renteros.

Después de la toma de posesión de la villa y de la dehesa de Castillo en nombre del rey, Don Diego López de Angulo procedió a verificar los límites del territorio, en presencia del apoderado de Doña Catalina, Don Cristóbal de Peñalver, mediante un recorrido minucioso de la mojonera con asistencia de miembros de los ayuntamientos implicados. Primero revisaron el deslinde con el término de Villarejo comenzando por el río entre el pueblo y Buenamesón, siguieron la mojonera hasta el monte y de allí bajaron hasta los Gamonales. En este recorrido solo hubo discrepancia en un mojón situado en la Peña del Tizne, que por orden de Don Diego, como juez nombrado por el rey, fue desplazado unos pasos dentro del término de Villarejo. En los Gamonales terminaba el límite de Villamanrique con Villarejo porque comenzaba el de Valdepuerco que, aunque ya estaba despoblado, no estaba incorporado al término de Villarejo y era propiedad de la Encomienda Mayor de Castilla, por lo que el deslinde se hizo en presencia del alcaide del castillo de Villarejo, como representante del Comendador Mayor de Castilla.

Después procedieron al deslinde con el término de Santa Cruz, en el que fueron dados por buenos todos los mojones existentes, y de cuyo recorrido se deducen dos cosas importantes: 1ª) no existía aún la explotación de las Salinas, y 2ª) Buenamesón, al parecer, estaba incluido en el término de Fuentidueña.

El precio de la venta alcanzó 11.686.453 maravedíes y fue muy laborioso establecerlo, pues para ello tuvieron que calcular la renta media del quinquenio 1568-1572 obtenida por el comendador de Viloria, tanto en los ingresos referentes a impuestos civiles y eclesiásticos (excepto el llamado «terzuelo» que correspondía al arzobispado de Toledo o el de «moneda forera» que se pagaba al rey) como al arrendamiento de tierras a labor o pastos (dehesas de Castillo y de El Palancar). Las rentas, tanto de impuestos como de arrendamientos, se pagaban entonces en especie, por lo que hubieron de poner un precio medio para convertirlas en dinero: a 220 maravedíes la fanega de trigo y a 110 las de cebada, centeno y avena. Sobre esas cantidades se aplicó un precio de 36.000 maravedíes el millar y además, en el caso del pueblo, 14.000 maravedíes por vecino, que resultaron ser 115 (unos 350 habitantes). Castillo no tenía vecindario fijo, sino aparceros, la mayoría de Villarrubia, que pasaban allí temporadas de labor y cosecha. En total Doña Catalina pagó 7.799.448 maravedíes por Villamanrique y 3.887.005 por la dehesa de Castillo.

Una vez vendido a Doña Catalina Lasso, ésta tenía que pagar al párroco un salario anual de 22.500 maravedíes frente a los 7.500 que le venía pagando el comendador de Viloria, subida en la que intervino el arzobispado de Toledo bajo amenaza de excomunión. En consecuencia, los curas de Villamanrique fueron capellanes de los señores y luego de los condes hasta el siglo XVIII, en que llegó a haber dos curatos: uno dotado por el obispado de Toledo y el otro por los condes.

El comendador de Viloria, fray Hernán Tello de Guzmán, fue desposeído, con su consentimiento, de Villamanrique y dehesas de Castillo y El Palancar, también del resto de la encomienda al ser incorporados Villahandín y Viloria a la encomienda de Villarrubia, pero fue recompensado con una renta de 69.068 maravedíes anuales sobre las rentas de la seda en el reino de Granada, por la venta de Villamanrique y Castillo, y no sabemos por este documento si recibiría algo por el resto de la encomienda desmembrada.

El documento contiene muchos otros datos de gran interés para la Historia de Villamanrique, pero serán analizados y comentados en otro momento.

Villamanrique de Tajo, 22 de junio de 2014.