“Vas a pasar más que el tuerto en el tejao”
El próximo 19 de diciembre se cumplen cien años de una de las inundaciones más fuertes que ha padecido el término de Villamanrique por desbordamiento del río Tajo.
Esta inundación, causada por una crecida del río de 8 metros sobre su nivel medio, afectó especialmente al barrio conocido entonces como Cuevas del Sur, donde destruyó alguna casa y sobre todo varias cuevas que había entre la calle Vistalegre y el curso del río, cuyo cauce principal discurría entonces por ese brazo que ahora separa el pueblo del polideportivo; precisamente fue esa crecida y otra ocurrida en 1924 la que desvió el Tajo a su recorrido actual, dejando en medio de ambos brazos una isla que ahora ocupa el parque polideportivo.
Afortunadamente no hubo víctimas humanas, se perdieron animales, quedaron destruidas algunas viviendas de familias con pocos recursos, fueron modificadas por las aguas muchas tierras de labor, tanto en su tamaño como en la composición del suelo, cuyas arcillas a veces fueron sustituidas por arena. Pero lo más renombrado del suceso, por la situación de peligro y calamidades que vivieron, fue la desventura de los cinco miembros de la familia del barquero Pablo González, conocido como “El Tuerto”, que hubieron de aguantar más de 24 horas subidos en el tejado de la casa de la barca, aguantando las inclemencias del tiempo en diciembre y el riesgo de derrumbamiento del edificio.
Las penalidades padecidas por esta familia fueron de tal magnitud que los vecinos de Villamanrique convirtieron el hecho en modelo de desdicha acuñando la frase que encabeza este escrito y que aún hoy algunos utilizan: “Vas a pasar más que El Tuerto en el tejao”.
Pero ésta no era la primera vez ni sería la última que había una crecida semejante, por lo que antes de entrar en detalles sobre la crecida de 1916 vamos a ver otras para situarnos.
El río Tajo, hasta los años cincuenta del pasado siglo, era un río muy bravo, cuyo caudal disminuía considerablemente en verano, como el de todos los ríos de clima mediterráneo, pero registraba fuertes crecidas en épocas de lluvias, y más aún cuando un temporal de lluvia seguía a una temporada de nieves. La construcción de los pantanos de Entrepeñas, que almacena aguas de la cabecera del Tajo, y de Buendía, que retiene las aguas del Guadiela, principal afluente de su curso alto, ha sido el motivo por el que en la actualidad no haya crecidas fuertes y destructivas. Es cierto que estando ya los pantanos en funcionamiento se ha producido alguna inundación, como la que corrió el Barranco en octubre de 1965, o la que arrasó el polideportivo en 1987, pero fue a causa de fuertes tormentas localizadas, la segunda sobre Fuentidueña y Villamanrique, en la que el nivel del río subió poco más de un metro.
Un estudio realizado por la Confederación Hidrográfica del Tajo en 1985 nos informa sobre las crecidas del Tajo recogidas en documentos desde el año 849.
La situación no fue distinta antes de esa fecha y antes incluso de la existencia de población humana en la cuenca del Tajo, según se desprende de estudios geológicos muy cualificados.
De esas avenidas del Tajo que algunas personas mayores de los pueblos de la rivera aún recuerdan, tenemos constancia escrita de siglos pasados, algunas están recogidas en documentos como los Anales Toledanos y otros documentos de diversos archivos incluido el de Villamanrique, el del Palacio Real de Aranjuez, el Archivo Histórico Nacional y la prensa diaria de los siglos XIX y XX. En el listado, que ofrece la publicación de la Confederación se encuentran relacionadas 105 avenidas, entre los años 849 y 1979, que afectaron al Alto Tajo, sin incluir las del Jarama y sus afluentes. Claro está que de los siglos de la Edad Media tenemos mucha menos información y menos precisa en cuanto a daños, pues tan solo se refieren las noticias, por ejemplo, a la destrucción de algún puente o la llegada del agua hasta el arranque del arco de una puerta de la muralla de Toledo; es decir, que debieron de ser inundaciones muy destructivas como para dejar constancia de ellas en documentos de la Iglesia que son la fuente principal de información, pero otras avenidas menos alarmantes y destructivas no dejaron huella escrita. Es más abundante y explícita la documentación que se conserva a partir de 1500, no obstante esa información aumenta según nos acercamos a la época actual, porque cualquier hecho de este tipo era recogido en los diarios del momento, además del registro a que pudiera dar lugar en los organismos oficiales como Agricultura, Interior y Confederación Hidrográfica.
Viendo la gráfica de las avenidas registradas por siglos podríamos pensar que en el XIX fue, con gran diferencia, cuando se produjeron más y no es así, fueron muchas pero tenemos información de todas ellas, cosa que no ocurre en los siglos anteriores. El XX no fue muy distinto del XIX, pero si consideramos que los pantanos de la cabecera del Tajo quedaron cerrados hacia 1960, el tiempo en que se pudieron producir inundaciones en ese siglo es de 60 años y no de 100 como en el siglo anterior. Eso supone que en los dos últimos siglos se producía una riada aproximadamente cada tres años.
Otro aspecto que se puede analizar a través de los datos ofrecidos por la Confederación es el de los meses en que se produjeron las riadas. El clima de la cuenca del Tajo, al ser mediterráneo de interior, se caracteriza por tener un verano seco y las lluvias concentradas mayoritariamente en otoño y primavera, y algo menos en invierno, diciembre, enero, febrero y marzo, sin embargo es en estos meses cuando más crecidas del río se han producido a lo largo de los últimos cinco siglos. La explicación es sencilla, en las inundaciones de esos meses se unían dos aportaciones de agua: por una parte había agua acumulada en las montañas en forma de nieve y por otra se producían entradas de borrascas templadas del Atlántico que sumaban a sus lluvias el agua del deshielo rápido de la nieve; el nivel que alcanzaba el río dependía de ambos factores y especialmente de la cuantía del temporal de lluvias.
De las 105 avenidas mencionadas, podemos tener certeza que afectaron a la vega de Villamanrique no menos de ochenta, pero no hay seguridad con las más antiguas, las de los siglos IX a XIV, ya que recogen solo datos de la ciudad de Toledo.
De las más fuertes, y que sin duda afectaron a Villamanrique, hay que destacar las siguientes:
Una de 1258 que derribó gran parte del puente de Alcántara en Toledo, tras un largo temporal de lluvias que amainó el 26 de diciembre.
Según relata un manuscrito de 1545, en diciembre de ese año una avenida del Tajo destruyó el puente de Zorita de los Canes. Esas aguas tan crecidas llegaron sin remedio a Villamanrique.
El 9 de septiembre de 1680, hubo grandes tormentas en la comarca de Aranjuez y en las sierras de Cuenca, produciendo una formidable crecida del Tajo, que inundó los jardines y huertas de Aranjuez y destruyó a su paso molinos y presas.
Un informe del administrador del palacio de Aranjuez del 15 de marzo de 1703 recoge otra que destruyó presas, canales y molinos de la localidad, además de modificar el curso del río.
Un ejemplo del tipo de modificación del cauce del río por fuertes avenidas lo podemos ver en Villamanrique, además de lo comentado sobre la isla del polideportivo, frente al caserío de Castillo. Allí las crecidas de 1916 y 1924 modificaron el curso del río obligando a cambiar la ubicación de la barca unos 600 m. más abajo, donde estuvo hasta desaparecer, como se aprecia en la fotografía adjunta.
Otro informe de 1706 comenta que entre el 5 y el 8 de febrero hubo una conjunción de nieve y lluvia, a consecuencia de las cuales el río arrasó puentes y hundió barcas entre Fuentidueña y Aranjuez, cortando las comunicaciones de la corte con el sur y Levante.
Según el administrador del Real Sitio, el 1 de enero de 1708 se produjo otra crecida extraordinaria tras haber estado noventa días consecutivos lloviendo.
El 8 de noviembre de 1750, una carta de otro administrador dirigida al palacio de Madrid, comunicaba: «El Tajo ha crecido y va creciendo de tal forma que 34 años hace que estoy sirviendo al Rey en este sitio no he visto creciente del Tajo tan grande sin ser tiempo de nieves, pues siéndolo no habría que admirar”. La fuerza del agua se llevó entre otras cosas parte de la madera depositada en la localidad, procedente del Alto Tajo, que había sido traída por gancheros sobre las aguas del río durante el verano.
El 26 de diciembre de 1860, en Aranjuez midieron un record histórico: las aguas alcanzaron un nivel de 18 pulgadas sobre las señales de todas las avenidas de que había memoria en el Real Sitio.
En la noche del 7 al 8 de diciembre de 1876 se encontraban en la barra del Tajo, en Lisboa, pidiendo socorro más de 50 buques, algunos de ellos se fueron a pique. Además las crecidas del Tajo y Guadiela fueron tan fuertes que se llevaron las barcas y el pontón que había más abajo de Pastrana (Guadalajara).
El Administrador del Patrimonio de Aranjuez dio cuenta de la extraordinaria crecida del río Tajo el día 3 de marzo de 1901, su comunicado dice que a las 11 de la noche había subido el río unos ocho metros sobre su nivel ordinario, crecida tan fuerte no se registraba desde el año 1860.
Al año siguiente, 1902, el mismo administrador comunicó que la avenida del Tajo el día 8 de Septiembre había producido algunos daños en diferentes sitios de Aranjuez. Esa crecida produjo en Villamanrique la primera ocasión en que un barquero, Venancio Barajas, quedó aislado en la casa de la barca. La noticia la recogieron tres periódicos de Madrid del 10 de septiembre de 1902, “El Imparcial”, “El Siglo Futuro” y “El Liberal”. Éste último es el que dio más detalles de la situación: “EL TEMPORAL. En Villamanrique de Tajo Carretera interceptada. Crecida del Tajo. Barquero en peligro.
Según participa el alcalde de esta localidad al gobernador civil, a las cuatro de la tarde del día 6 descargó sobre la población una fuerte tormenta, que no había cesado á las nueve de la mañana del siguiente día 7, fecha en que se dirigió al gobernador civil la comunicación dando cuenta de la tempestad. A consecuencia de la lluvia la carretera que parte de Fuentidueña para Colmenar de Oreja se ha interceptado por varios sitios. Especialmente en los kilómetros 6 y 10, se ha hecho de todo punto imposible el tránsito. El Tajo creció cuatro metros. La caseta del barquero se halla aislada desde las dos de la tarde del día 6. El barquero Venancio Barajas se halla dentro de la citada caseta sin posibilidad de salir por hallarse rodeado de agua. Tiene víveres para dos ó tres días. Como el río continúa creciendo, se teme que el agua llegue á la caseta, no obstante hallarse ésta en un lugar elevado. La situación, pues, de Venancio Barajas dícese en la comunicación del alcalde que es peligrosa”.
La crecida de 1916.
La siguiente gran crecida fue la de 1916, la “El Tuerto”, de la que ahora se cumple un siglo. Tuvo amplia resonancia en la prensa de Madrid por su magnitud, pues el agua subió 8 m. sobre su nivel medio, y por su especial dramatismo al quedar una familia de 5 miembros sobre el tejado de la casilla durante más de 24 horas hasta que fueron rescatados por bomberos y marinos llegados de Madrid con lanchas del Retiro en camiones del Ministerio de la Guerra.
Esta vez no se trataba de unas tormentas de verano, más o menos localizadas, sino de un fuerte temporal de invierno que afectó a gran parte de la Península y especialmente a las cuencas del Tajo, Guadalquivir, Júcar y Segura; pero, según las noticias de la prensa en la cuenca del Tajo la peor parte se la llevaron Villamanrique y Aranjuez.
La crecida comenzó el 19 de diciembre y las noticias en la prensa se publicaron entre el 20 y el 22; luego aparecerían comentarios e informaciones sobre estragos y ayudas hasta el 5 de septiembre de 1917.
Los hechos.
El 20 de diciembre sacaron la noticia “La Época” y “El Globo”; el 21 lo hicieron “La Acción”, “La Correspondencia de España”, “La Época” y “El Liberal” y el 22 “El País”.
La mayoría de ellos recogen la noticia de forma escueta, ateniéndose a la nota facilitada por la Diputación, pero hay dos del día 21, “La Acción” y “El Liberal” que hacen un comentario más extenso usando otras fuentes de información. Son muy parecidas ambas informaciones por lo que vamos a traer aquí la de “El Liberal” que la recoge en un apartado titulado “LOS TEMPORALES”, y dice así: “EN VILLAMANRIQUE DEL TAJO
El pueblo en peligro. —Un barrio arrasado por las aguas. —Cinco personas salvadas después de una agonía de 24 horas. — Envío de socorros.
La inundación de Villamanrique del Tajo ha tenido más importancia de la que en un principio se le atribuyera, hasta el punto de que un barrio queda totalmente hundido, otras muchas casas sufrieron considerables destrozos y en la población y en el término se han experimentado perjuicios de mucha consideración. El Gobernador civil de la provincia, señor Roselló, tan pronto como recibió las primeras noticias de lo que sucedía, procedió con suma actividad, gracias á lo cual pudieron organizarse los trabajos de salvamento, que han dado, por cierto, un resultado excelente.
Avisó á los alcaldes de Chinchón, Colmenar de Oreja y Villarejo, encargándoles que organizaran brigadas de salvamento, y pidió al ministro de Marina, al Capitán general y al alcalde de Madrid que facilitasen también auxilios para salvar al vecindario de Villamanrique de la crítica situación en que se hallaban. Los alcaldes de Colmenar, Villarejo y Chinchón enviaron inmediatamente numerosas brigadas de obreros, con hachones, picos y palas, que prestaron muy buenos servicios.
El ministro de Marina puso á disposición del Sr. Roselló a un cabo y cuatro marineros; de Guerra le enviaron un camión automóvil, y el alcalde envió al jefe del servicio de incendios, Sr. Monasterio, con personal y material. En el camión fueron colocadas unas lanchas del Retiro, y la expedición de socorro se organizó inmediatamente.
Cerca de Perales de Tajuña se inutilizó el camión automóvil; avisaron los expedicionarios a1 Sr. Roselló, y éste comunicó el percance al capitán general, que le facilitó otros dos, los cuales salieron inmediatamente. A las seis y media de la mañana de ayer telegrafiaba el alcalde de Perales, diciendo que llegaron los camiones, y que después de cargar en ellos las lanchas, siguió la expedición para Villamanrique.
Poco después llegó á su destino y comenzaron los trabajos que han tenido excelente resultado. Prueba de ello es el siguiente telegrama que ayer tarde recibía el Sr. Roselló:
«Alcalde de Villamanrique de Tajo a Gobernador Civil de la provincia—tengo la satisfacción de participar á V. E. que en la mañana de hoy, por el personal de Marina y bomberos, bajo la dirección del activo jefe D. Jesús Monasterio, han sido librados de una muerte segura el barquero de este término Pablo González y su familia, compuesta de cuatro personas. Hallábanse todos éstos, desde hacia veinticuatro horas, en el tejado de su casa, temiendo por momentos que las aguas la arrastrasen. La crecida del Tajo continúa igual que ayer. — El pueblo ha ovacionado calurosamente á los salvadores y está agradecidísimo á V. E. por su eficacia en enviar auxilios. —Siguen los derrumbamientos. A tal extremo, que el barrio Sur ha desaparecido.»
Ayer vino á Madrid un concejal de Villamanrique de Tajo, enviado por el alcalde para comunicar al gobernador detalles de lo ocurrido. El Sr. Roselló le facilitó una cantidad para socorrer los casos de mayor urgencia, mientras hace posible el envío de otros auxilios”. El alcalde de Villamanrique ese año era Félix Manzanares López y el concejal enviado a Madrid Horacio Peláez Navacerrada.
Las consecuencias.
En primer lugar hay que reconocer el drama humano que supuso la pérdida de las casas-cueva del barrio del Sur, habitadas por familias con pocos recursos económicos. No sabemos si las ayudas dadas por el Gobernador y/o la Diputación paliarían en alguna medida las pérdidas de casa y enseres; lo cierto es que algunas se reconstruyeron y aún permanecen convertidas en casas.
A esas pérdidas hay que unir los sufrimientos padecidos por las familias afectadas y especialmente por la del barquero, salvada por fortuna con los recursos llegados de Madrid, pero vivieron en una situación de peligro tan extremo que en la siguiente crecida fuerte, la de 1924, el agua se llevó la casa.
Sobre las penalidades de esa familia se han conservado recuerdos entre la población, por haber descendientes de alguno de los miembros de la familia o porque en un pueblo tan pequeño mucha gente recordaba hace 50 años una situación tan impactante, hasta el punto de ponerla como ejemplo de calamidad.
La familia del suceso estaba formada por el barquero llamado Pablo González, su esposa María Belinchón casada con él en segundas nupcias y tres hijas que María tenía de su anterior marido apellidado también Belinchón; una de ellas, Telesfora Belinchón Belinchón, abuela de los hermanos Rojas Espada, contaba la edad de 16 años. Otra de las hermanas, cuyo nombre no hemos conseguido averiguar, con una edad de entre 18 y 20 años tenía novio en el pueblo, Nicolás Urbina, quien, según contaban en Villamanrique hace años, consiguió llegar hasta la casa de la barca a lomos de un caballo y evacuarla, pero no consiguió seguir en su intento de evacuar a todos por el aumento del nivel y la fuerza de la corriente de las aguas. De manera que, como informaron los diarios de los días 20 a 22, hubieron de permanecer más de 24 horas en el tejado en una noche de diciembre que sería la más angustiosa de su vida pues, además de sufrir las inclemencias del tiempo, vivieron una situación de inseguridad aumentada por los golpes que una tinaja dentro de la casa daba contra las paredes. Todos estos detalles no nos han llegado por documentos escritos, sino por transmisión oral de los que vivieron el trance y por su familia, pero esa es otra fuente nada despreciable de la Historia.
Sobre la actuación de las autoridades provinciales y nacionales y sobre los daños a terrenos de cultivo y vías de comunicación, nos dan una idea las informaciones aparecidas en diarios madrileños de los días y meses siguientes:
El 25 de diciembre, el diario “El Heraldo de Madrid” informaba sobre una sesión de la Diputación Provincial en la que se había tratado sobre ayudas a los pueblos damnificados y aparecía Villamanrique como uno de los que más había sufrido la inundación junto con Aranjuez. El día 26 “La Época” publicaba que el problema se había tratado en el Consejo de Ministros, donde había acudido una comisión municipal de Villamanrique a entrevistarse con el Conde de Romanones, ministro sin cartera en aquel momento.
El 29 de diciembre “La Acción” informaba sobre la entrevista de una comisión municipal de Villamanrique y Villarejo con el Director General de Obras Públicas, para solicitar la construcción de una carretera de 12 Km. que enlazara ambos pueblos, ya que los caminos de tierra que los unían hasta entonces habían quedado destruidos por el temporal. La petición fue bien acogida, pero las obras no se hicieron hasta 1932-35 aproximadamente, ya en tiempos de la República, y el asfaltado llegaría en los años 50.
Otro daño causado por la riada fue sobre terrenos de cultivo: el río alteró su curso y se “comió” gran parte de algunas tierras de la Huelga, que estaban en las proximidades de donde entonces estaba la barca. Pero también dañó algunas tierras con arrastres de arena que cubrieron o desplazaron la tierra fértil, como demuestra la consulta presentada por Juan de la Viña a la revista “El Progreso Agrícola”: “Ruego me dijeran qué planta sería la que mejor se diera en un terreno que al desbordarse el río Tajo ha dejado en sus arrastres de 30 a 40 centímetros de arena, de esa lavada que arrastra la corriente. ¿Se daría la remolacha forrajera o azucarera? Es de secano dicha parcela, pero los cereales se han dado antes bien en ella.»
El 5 de septiembre de 1917 “El País” informaba que la corporación municipal de Villamanrique, en agradecimiento al Gobernador Provincial por su comportamiento con el pueblo durante la riada, había puesto su nombre, Sr. Roselló (no cita el nombre), a una calle y su retrato en el salón de actos del ayuntamiento.
Para concluir, solo resta comentar que el río Tajo seguiría teniendo crecidas muy importantes hasta la construcción de los pantanos de Entrepeñas y Buendía, lo que significa que aún hubo otras crecidas parecidas a la de 1916: la de 29 de marzo de 1924, que se llevó la casa de la barca sin que por fortuna hubiese nadie en ella y contribuyó a cambiar el curso del río en Castillo y bajo el pueblo; la del 22 al 26 de enero de 1941, y la de 5 de marzo de 1947, que afectó menos a Villamanrique y mucho más a Aranjuez, donde se unieron las crecidas del Tajo y el Jarama.
Fernando Cana García, Villamanrique de Tajo 1 de julio de 2016