Descuidos y descuideros

El documento de archivo municipal de Villamanrique de Tajo clasificado con el número P1372 es el comienzo de un expediente judicial sobre un hecho causado por un descuido; y donde hay un descuido, puede haber un descuidero que lo aproveche en beneficio propio. Pero los datos contenidos en el mencionado documento nos permiten apreciar otros detalles acerca de cómo se vivía en Villamanrique a mediados del siglo XIX.

El 18 de octubre de 1850, el vendedor ambulante de verduras León Ayuso, vecino de Colmenar de Oreja, presenta denuncia porque le habían robado la bolsa de caudales con 87 reales en diversas monedas de plata, que había dejado olvidados en “un poyo del descargador de la posada”. La cuantía del robo era importante, 87 reales, si se tiene en cuenta que el salario de un peón era de unos 6 reales diarios, o que una fanega de trigo valía ese año 30 reales.

Ese 18 de octubre era viernes. Hago constar esto para que se aprecie que no era durante el mercadillo que se lleva a cabo ahora los sábados. En aquella época no existía en Villamanrique esa costumbre, que fue establecida bien avanzado el siglo XX, a imitación de otros pueblos, como Santa Cruz, que tenían mercado semanal desde la Edad Media. Hasta la aparición del mercadillo de los sábados, venían a Villamanrique vendedores ambulantes cualquier día de la semana, que pregonaban su mercancía por las calles, o establecían un puesto en la plaza del ayuntamiento y el alguacil hacía el pregón por las esquinas.

Lo primero que llama la atención de esta denuncia es que el vendedor viniera de Colmenar de Oreja. Esto quiere decir que hace más de 150 años que visitan Villamanrique vendedores de verduras y frutas procedentes de esa localidad vecina; el hecho tiene su explicación pues es el único pueblo de los que rodean al nuestro que ha tenido huertas de tamaño mayor al familiar desde el siglo XVI, gracias a que su vega está regada por el “Canal Real de Aranjuez”. Hubo un proyecto en ese mismo siglo para que dicho canal arrancara de la presa de Buenamesón, lo que equivale a decir que la vega de Villamanrique se habría regado cuatro siglos antes, pero el proyecto no llegó a ser realidad. ¡Qué distinta habría sido la vida en el pueblo de haber contado con esas aguas!

Veamos cómo describe los hechos el propio León Ayuso al efectuar su denuncia el 18 de octubre de 1850:

“… en este día y hora de las 11 y media a 12 se puso a contar el dinero que había hecho de las verduras que viene a vender, que contó 87 reales en Plata, en las monedas siguientes: 19 pesetas de cuatro reales, entre ellas una barcelonesa y otra carlista un poco dorada, tres realitos de a dos reales y una peseta de cinco reales; que contados que fueron los puso en un bolsillo de redecilla y le dejó en un poyo del descargador de la posada, que está a cargo de Gregorio Rubio; que después contó los cuartos o calderilla y se los entró en el bolsillo; en aquel momento se le ocurrió pasar a la casa de Fructuoso Robleño, inmediata a la posada, y se dejó el bolsillo olvidado en el sitio que deja referido; que estando en dicha casa de Robleño entró la mujer del posadero comiéndose una rebanada de melón, y le dijo al compareciente que todavía le debía dichos melones; en esto el que comparece se acordó se había dejado el dinero en la posada; que estaría un cuarto de hora en la casa de Fructuoso y volviendo a la posada no halló el dinero donde lo había dejado; que cuando salió sólo había presentes las criadas de la posada, un payaso de unos titiriteros que a la sazón se hallan en este pueblo trabajando en dicha posada, y un francés lonjista, pero éste se salió detrás del compareciente de la posada; que preguntando por el dinero a la gente que había en la posada ninguno le dio razón ni se lo entregaron, que no presume se pueda culpar nada más que a las personas que se hallaban, aunque tampoco dice ni puede asegurar hayan sido aquéllas las que le han tomado el dinero que dejó en el poyo”.

Sin título-2En vista de la denuncia el alcalde tomó las medidas pertinentes para aclarar los hechos, pero, desgraciadamente, no contamos con el resto del expediente judicial, por lo que no sabemos si fue encontrado el descuidero, ni quién pudo ser. No obstante merece la pena comentar algunas de las informaciones que contiene el documento para situarlo mejor en el ambiente de su tiempo.

Para empezar, puede sorprender que el vendedor terminara su jornada entre las 11 y las 12, pero es que en aquel tiempo el reloj se ajustaba a la hora solar, lo que equivale a la 1 y las 2 de la tarde de ahora.

Otra cosa que llama la atención es la variedad de monedas en circulación; no debe extrañar si se considera que hasta la entrada de la peseta había en España 21 tipos de moneda distintos en circulación. La unidad monetaria no era en 1850 la peseta, que fue establecida como tal el 19 de octubre de 1868, sino el “real”, que se acuñaba en plata y en vellón (aleación de cobre y plata); 4 reales equivalían a una peseta, pero en el documento mencionan una peseta de 5 reales, y hasta las había de 2,5 reales; también menciona “realitos de a dos reales”, y es más sorprendente la circulación de una peseta carlista en Villamanrique en 1850. El real se dividía en 34 maravedíes, pero ésta era una moneda de cuenta que no se acuñaba, por lo que la calderilla de la que habla el documento debían de ser monedas de ochavo (2 maravedíes), cuarto (4 maravedíes) y dos cuartos, todas ellas monedas de cobre.

A juzgar por las monedas que menciona el documento, se puede afirmar que aún no estaba resuelto el problema del laberinto de monedas en circulación en España, que trató de acometer la primera reforma monetaria emprendida en el reinado de Isabel II, por Vázquez Queipo en 1848, en la que el real siguió siendo la unidad monetaria, pero se dividía, siguiendo el sistema decimal, en décimas y centésimas. Esta reforma tuvo poco éxito y tampoco llegó a triunfar la emprendida en 1864. Habría que esperar hasta 1868 para que, con la implantación de la peseta, quedara establecido un sistema monetario moderno basado en la racionalidad del sistema decimal.

Otro comentario merece la posada. La primera noticia que tenemos de la existencia de este establecimiento en Villamanrique es de 1759; también sabemos que llegó a haber dos en 1764, no porque el pueblo hubiera duplicado su población, sino porque por aquellos años estaban ya a pleno rendimiento las Salinas de Cárcavallana, y en las posadas pernoctaba un considerable número de arrieros que transportaban sal hacia distinto lugares de Castilla, como Salamanca, a donde se llegaba por la Senda Salinera.

En 1850 sólo había una posada en Villamanrique que debía de ser muy parecida a la del grabado que reproduzco de las “Escenas Matritenses” de Mesonero Romanos. Estaba situada la calle de la Iglesia número 1, en el solar que luego ocupó el bar El Pescador, después transformado en ferretería y, finalmente, en vivienda de sus dueños.Mesonero R la Posada

Las posadas de entonces tenían un patio central al que se accedía por un amplio portalón, por el que entraban caballerías y carros. Estaban dotadas de dormitorios y cuadras, y suministraban agua y pienso para las caballerías y comida y bebida para los arrieros y otros viajeros.

El precio del pienso era fijado por el Ayuntamiento, titular de la explotación que la arrendaba a particulares, y donde además cobraba un arbitrio municipal conocido como “soga y atadero”, cuyo producto se destinó durante años a pagar los gastos de uniforme y armamento de los Voluntarios Realistas, con Fernando VII, y de la Milicia Nacional local ya con los gobiernos liberales de Isabel II.

Estos establecimientos eran posadas-mesón, por lo que la gente del pueblo acudía a ellas en momentos de ocio a jugar a las cartas tomándose unos vasos de vino.

Como podemos ver por la denuncia, en la posada de Villamanrique había el 18 de octubre de 1850 un grupo de titiriteros que actuaban en el mesón, algo que no debía de ser muy frecuente dada la corta población. También se alojaba o comía en ella un “francés lonjista”, es decir, que se dedicaba al comercio al por mayor, y estaría en Villamanrique a comprar grano o vino, porque la sal era monopolio del Estado.

Torremolinos, 27 de septiembre de 2009.